Buscar este blog

Mostrando entradas con la etiqueta Restauración. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Restauración. Mostrar todas las entradas

domingo, 15 de diciembre de 2024

La revuelta de 1911 en Carcaixent (Ribera Alta, Valencia)

Carcaixent es una localidad de la comarca de la Ribera Alta (Valencia). Su historia contemporánea aparece dominada por el auge del cultivo de la naranja –desde finales del siglo XIX– y su exportación hacia mercados europeos fundamentalmente –desde principios del siglo XX. La originalidad de este modelo de crecimiento se basó en que logró la modernización social sin ningún proceso de industrialización. Así que el impulso de la agricultura comercial favoreció la aparición  de una etapa de progreso y modernización social y económica muy significativa. No obstante, en esta etapa surgieron también síntomas de problemas socioeconómicos y políticos que denotaban la persistencia de coyunturas y reacciones populares más propias de las sociedades agrarias de siglos anteriores. Una de estas situaciones fue la revuelta de 1911, que afectó a casi toda la comarca.




El contexto: la crisis de la Restauración.


Para comprender estos hechos hemos de aludir al contexto de lo que estaba pasando en España en ese momento. El período histórico que nos ocupa se conoce como Restauración;  un régimen político regido bajo la forma de una monarquía liberal, pero no democrática, porque el sistema político adolecía de graves insuficiencias y dejaba de lado a importantes sectores. El tradicional bipartidismo que había caracterizado el régimen desde la implantación de la Constitución de 1876 comenzó a entrar en crisis a principios del siglo XX. La subida al trono de Alfonso XIII (1902) coincidió con el debilitamiento de los dos grandes partidos dinásticos: conservadores  –liderados por Antonio Maura– y liberales –liderados por José Canalejas. Además de estos grandes partidos, comenzaban a crecer otras fuerzas políticas: republicanos y nacionalistas catalanes y vascos. Paralelamente, el movimiento obrero también crecía y creaba sus propias organizaciones –el anarquismo creó la CNT en 1910, mientras la UGT, creada en 1888, se expandía, sobre todo en Madrid y en las industrializadas Asturias y País Vasco.

Guerra de Marruecos. Fuente: Sociedad Geográfica Española


El segundo problema, más secundario, era el descontento social por los elevados impuestos que gravaban a las clases populares, especialmente el de consumos, que elevaba el precio de los productos básicos. Igualmente, debemos señalar también las transformaciones sociales y económicas que significaron la implantación de una agricultura comercial. El papel de la burguesía terrateniente y comercial se vio reforzado por las transformaciones señaladas, mientras que las clases populares se vieron afectadas por un doble proceso:  el de la proletarización de la mano de obra –jornaleros sin tierra y desprotegidos económicamente– y el acceso más o menos amplio a la pequeña propiedad. Por último, la mala cosecha de arroz de ese año (1911) agudizó los problemas económicos de los sectores populares.

Diario republicano EL PUEBLO, 20/09/1911. Fuente: Biblioteca Digital Valenciana

La revuelta.


Los hechos que vamos a analizar se produjeron entre el 16 y el 21 de septiembre de 1911. A principios de ese mes se celebró el primer congreso de la CNT en Madrid. A él acudió un representante de Cullera que, al volver, anunció la convocatoria  de una huelga general para el lunes 18 de ese mismo mes. La convocatoria tuvo un cierto éxito en Cullera. Al llegar la noticia a Sueca, cabecera del partido judicial, el juez del partido, acompañado de un pequeño grupo de funcionarios y civiles, se dirigió por su cuenta a Cullera para atajar el conflicto. La actuación del juez, temeraria y sin apoyo de la Guardia Civil ni de los Carabineros, provocó un altercado mayor que tuvo como consecuencias la muerte del juez y de otros tres funcionarios.

Los alborotadores se dispersaron por la comarca, contribuyendo a extender el conflicto por casi toda ella. Algunos  llegaron a Carcaixent y el mismo día 18, ya de noche, -según cuenta Fogués en su Historia de Carcagente-. Ya de noche salió un grupo de sindicalistas desde el Casino Republicano, lanzando gritos contra la guerra y dirigiéndose hacia la estación de ferrocarril, donde impidieron a un grupo de soldados proseguir el viaje para incorporarse a filas. El siguiente paso fue declarar la huelga general en el pueblo para el día siguiente, convocatoria que fue exitosa.


En la mañana del día 19 algunos grupos se dirigieron a las dos estaciones ferroviarias, donde inutilizaron las vías y cortaron el telégrafo y el teléfono, deteniendo todo el tráfico por tren. Desde allí se dirigieron a la oficina de consumos, asaltando el edificio y haciendo en la calle una pira con muebles y documentos. Después asaltaron el edificio del Sindicato de Labradores, repitiendo la operación. Su siguiente objetivo fue el Ayuntamiento; allí  incendiaron algunas dependencias, entre ellas el Archivo Municipal. Las acciones violentas continuaron por la tarde.

El conflicto se transformó en un pequeño enfrentamiento civil al armarse miembros del Partido Jaimista (carlistas) para defender los edificios religiosos si eran atacados. Estos también se encargaron de avisar al Capitán General de lo que ocurría en Carcaixent.  Al día siguiente, la llegada de fuerzas de la Guardia Civil y de una compañía del Ejército puso fin a estas actuaciones violentas.

Tropas del Ejército en la calle. Fuente: https://www.diarilaveu.com/ 

En diciembre del mismo año se celebró en Carcaixent un Consejo de Guerra -ya que a los revoltosos se les aplicó la legislación militar- en el que resultaron condenadas a penas de prisión 38 personas, entre ellas dos mujeres.

Mundo Gráfico. Fuente: http://rojoynegro.info/ 

Conclusiones


La contradicción que representa el hecho de que en una etapa de crecimiento económico y de progreso urbano se produjeran esta revuelta muestra cuatro cosas:

  • La primera es que ese proceso de crecimiento estaba generando a su vez una creciente desigualdad entre los distintos grupos sociales y que, mientras los beneficios de las empresas aumentaban, los salarios se estancaban o crecían poco. 

  • La segunda es que la oposición popular a la guerra colonial en Marruecos no se podía canalizar por medios electorales o políticos por las trabas e insuficiencias del sistema restauracionista. Por ello, en ocasiones, esas posiciones se manifestaban a través de revueltas. 

  • La tercera es que, pese a la modernización económica, urbanística, social e incluso cultural, nuestra sociedad continuaba padeciendo momentáneas situaciones de crisis provocadas por la elevación de precios de los alimentos, a su vez consecuencia de las malas cosechas (en este caso del arroz), crisis más propias de las sociedades agrarias tradicionales.

  • La cuarta es que se trató de un fenómeno con una fuerte carga de espontaneidad; la debilidad de las organizaciones obreras, especialmente de la CNT, de quien partió la iniciativa de la huelga general, impedía que se tratase de una revuelta bien definida y con unos objetivos claros.

Así pues, aunque la mecha fue la convocatoria de la huelga, el malestar social acumulado por las levas para la guerra de Marruecos, la mala cosecha de arroz y los elevados precios de los productos básicos –gravados además con altos impuestos– fueron la pólvora que hizo estallar el conflicto. Un conflicto espontáneo típico de modelos sociales más antiguos que mostraba simplemente una situación de ira y malestar ante situaciones concretas, pero que no implicaba iniciativas políticas ni actuaciones a largo plazo. No obstante, estos acontecimientos influyeron en el final del gobierno de José Canalejas (P. Liberal), precipitado por su asesinato en 1912 a manos de un anarquista.

Bibliografía.


Cerdà, M. (1981) Els moviments socials al País Valencià. Valencia: Alfons el Magnànim.

Fogués, F. (2000). Historia de Carcagente (trabajo original publicado en 1934-36). Carcaixent: M.I.Ajuntament. 


miércoles, 9 de octubre de 2024

El Desastre de 1898: continuidades y rupturas en el régimen de la Restauración

Ya tratamos en este blog el tema de la desaparición del imperio ultramarino español (Véase: https://miradahistorica.net/2016/12/01/los-ultimos-de-filipinas/ ), así que ahora nuestro interés se centra en las consecuencias que tuvieron aquellos hechos en la sociedad española. La pérdida colonial conmocionó al país, fue calificada de desastre nacional, y esta visión pesimista ha permanecido vigente hasta hace poco tiempo. Sin embargo, la historiografía más contemporánea ha matizado esa visión aportando otras interpretaciones no tan tremendistas.

Los problemas coloniales, especialmente en Cuba, se arrastraban desde los inicios del Sexenio Democrático (1868-1874), pero fue en la década final del siglo XIX cuando los movimientos emancipadores cubano y filipino cobraron mucha fuerza en un contexto internacional propicio para ello:  la creciente competencia imperialista y el expansionismo de Estados Unidos se sumaban a los errores de la política colonial española.

El contexto político

La Guerra de los Diez Años (1868-1878), entre España y fuerzas independentistas cubanas, ya había mostrado que la dominación española de Cuba no podía continuar imperturbable. Desde 1893 la política colonial de los gobiernos españoles mostraba su incapacidad de afrontar los problemas derivados del modelo de dominio. Los intentos reformistas y descentralizadores en Cuba y Filipinas llegaban demasiado tarde y ni siquiera fueron aprobados por las Cortes.

Madrid (calle de Alcalá) en 1898. Hauser y Manet. Museo Municipal de Madrid. Fuente: http://www.viejo-madrid.es/paginas/s_XIX/S_XIX-115.html

Puerto Rico no planteaba graves problemas porque en 1872 se había aprobado la autonomía, había sido abolida la esclavitud (1873) y la economía registraba cierto crecimiento. Además, la dominación española era más efectiva ya que se ejercía a través de una élite económica poderosa que controlaba los movimientos emancipadores de base popular.

Por contra, en Cuba, las reformas fueron mas complicadas. La esclavitud se abolió más tarde, en 1886, con la oposición de algunos grupos económicos. Las reformas administrativas propuestas por Antonio Maura fueron rechazadas en las Cortes por «antipatrióticas», provocando la crisis del gobierno liberal y su dimisión. Los sectores»españolistas» de la isla lograron frenar las intenciones de otorgarle cierto grado de autonomía. Esta intransigencia favoreció el crecimiento del movimiento independentista, vertebrado por el Partido Revolucionario Cubano, creado por José Martí en 1892.

De esta manera, los actores políticos cubanos se dividieron en tres corrientes bien definidas:

  • Los españolistas, partidarios de una unión de tipo colonial con la península.
  • Los autonomistas, que defendían la españolidad de la isla pero también le reconocían una identidad propia. Solicitaban una administración  vinculada al gobierno español pero con algunas concesiones como el derecho de autodeterminación. Su principal representante fue el Partido Liberal Autonomista liderado por Rafael Montoro y Rafael María de Labra.
  • Los independentistas, representados por el Partido Revolucionario Cubano de José Martí

El caso de las islas Filipinas era diferente por la escasa presencia española y su lejanía geográfica. No obstante, al igual que en Cuba, la ausencia de reformas fue generando un movimiento emancipador creado por mestizos: la Liga Filipina (1893), dirigida por José Rizal, que se fue radicalizando gracias a la errónea actuación del gobernador. Las reformas propuestas por Maura también llegaron tarde.

El conflicto que acabó significando la pérdida de las últimas colonias ultramarinas españolas tuvo dos fases bien definidas. La primera se inició en 1895, con una insurrección nacionalista en Cuba que provocó la última guerra entre el ejército español y los insurgentes cubanos y que perduraría hasta 1898. La segunda fase se produjo en 1898 cuando Estados Unidos intervino en el conflicto; se desencadenó entonces la guerra hispano-norteamericana.

Las causas del conflicto con Estados Unidos

Las razones de Estados Unidos para intervenir en la colonia eran de diversa índole:

  • La existencia de una larga tradición política –la denominada doctrina Monroe– que reivindicaba la influencia de Estados Unidos en todo el Caribe y América, de la cual ya había dado señales con los intentos de comprar Cuba a España. Este interés se sitúa en el contexto de la expansión imperialista norteamericana por América y Asia –no perdamos de vista Filipinas.
  • La ayuda de Estados Unidos a los insurgentes cubanos había sido constante desde 1896. Las reformas introducidas por el gobierno de Sagasta en 1897 no bastaron al presidente norteamericano, el republicano McKinley, partidario de la compra o de la anexión. En definitiva, las intenciones de Estados Unidos estaban claras.
  • En febrero de 1898 la explosión del acorazado norteamericano Maine, atracado en el puerto de La Habana, produjo 266 víctimas. Este fue el pretexto para la declaración de guerra a España el 25 de abril de 189
The Maine entering Harbor of Havana. January 1898. Fuente: https://ca.wikipedia.org/wiki/USS_Maine

Como afirma Javier Tusell de los numerosos conflictos internacionales que se produjeron en todo el mundo al final del siglo XIX, el que enfrentó a Empaña con Estados Unidos fue el único que acabó en guerra, pues en los restantes se produjo siempre la retirada del contendiente más débil.

Hoy está fuera de toda duda que la explosión del Maine fue accidental, pero los norteamericanos lograron imponer las conclusiones de su investigación que la atribuían a una mina externa, un acto de sabotaje en suma; la comisión española lo atribuyó a un accidente. Su relato de los hechos convenció a la opinión pública norteamericana de la necesidad de responder y favoreció la estrategia intervencionista del gobierno del presidente McKinley . Como hemos dicho ya, el 25 de abril Estados Unidos declaró la guerra a España.

El incidente del acorazado Maine fue solamente el «casus belli», las causas de la guerra fueron otras. Las empresas azucareras cubanas había creado unas sólidas relaciones comerciales con Estados Unidos, vinculando la isla con la economía norteamericana. Vínculos comerciales que hubieses sido más intensos si no hubiese sido por la política  económica proteccionista que imponía el gobierno español y que perjudicaba los intereses de la isla. Además, los revolucionarios cubanos recibían también apoyo material estadounidense, sobre todo tras la dura política del general Weyler en la isla. Igualmente, el papel político y diplomático de España se debilitó al rechazar la oferta de mediación estadounidense y mostrar una imagen de intransigencia que le perjudicó internacionalmente.

En los meses anteriores a la guerra se desarrolló en Estados Unidos una campaña periodística antiespañola que respondía ya a lo que iba a ser el periodismo de masas, de tipo sensacionalista, típico del siglo XX y en la que destacaron figuras como J. Pulitzer o W. R. Hearst. Campaña que continuó hasta el final de la guerra.

Caricatura publicada el 11 de marzo en el Hot Springs Weekly Star. El Tio Sam riñe al personaje español. Fuente: https://jrmora.com/en/the-1898-spanish-american-war-in-cartoons/

Los gobiernos españoles tomaron conciencia de la gravedad del problema, pero no fueron capaces de hallar una solución alternativa a la guerra. En febrero de 1898, Estados Unidos ofreció a España 300 millones de dólares –una cantidad importante– por cederle la isla, pero ningún partido  aceptó la oferta. La oposición política y popular al abandono de Cuba era muy fuerte.  Las élites políticas españolas prefirieron una derrota militar, que habían asumido,  antes que una cesión política que podría hacer caer a la monarquía y al mismo régimen de la Restauración. Tampoco ninguna de las grandes potencias europeas quiso apoyar la posición española y enfrentarse a la nueva potencia imperialista emergente.


En la península, la oposición a la guerra era minoritaria pues solamente republicanos y socialistas su crítica. Las muestras de patriotismo se extendieron por España, apoyadas en la prensa –al igual que en Estados Unidos– y en los púlpitos.

Dibujo satírico antiestadounidense publicado en el semanario catalán La Campana de Gracia en 1896. Fuente: https://www.abc.es/historia/abci-leyenda-negra-propagada-eeuu-sobre-espanoles-depravados-guerra-cuba-201908042313_noticia.html

La guerra

Contra lo esperado, la guerra comenzó en el Pacífico cuando los buques norteamericanos atacaron a los españoles en la bahía de Cavite. El enfrentamiento acabó con el desmantelamiento de la flota española del Pacífico. Este hecho demostraba que el presidente McKinley quería tenía una estrategia para controlar estratégicamente  el océano Pacífico, donde ya poseía Midway, Wake y Guam. En las  Antillas, la confrontación también fue esencialmente naval, arma en la que superioridad norteamericana era incuestionable. El resultado de esta diferencia  fue la grave derrota de Santiago de Cuba, que dejaba la isla sin defensa naval. Las diferencias entre ambas flotas eran enormes. El tonelaje total de los buques españoles representaba la mitad de los norteamericanos y además, nuestros barcos eran más antiguos y disponían de menos blindaje.

La guerra concluyó mediante el Tratado de París (10 de diciembre de 1898) por el que España reconocía la independencia de Cuba y cedía Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a los Estados Unidos, a cambio de una compensación de 20 millones de dólares. A finales de febrero del año siguiente España concedió las islas Carolinas, las Marianas (menos Guam) y las Palao a Alemania, a cambio de 25 millones de dólares. Con ello quedaba liquidado el Imperio ultramarino español que pasaba a manos de las grandes potencias imperialistas del momento.

A pesar de la derrota, el esfuerzo militar realizado por España fue muy considerable y recayó, especialmente, sobre las clases populares que fueron las que aportaron los contingentes militares necesarios. Se movilizaron unos 250.000 soldados y se padecieron unas 60.000 bajas, la mayoría por malaria y fiebre amarilla.

Las consecuencias del Desastre.

La derrota reconfiguró la posición española en las relaciones internacionales. El abandono de las preocupaciones en América y en el Pacífico concentró los intereses españoles en su entorno europeo, alineándose con Francia y Gran Bretaña en la política imperialista en el norte de África y el Mediterráneo occidental. España tomaba conciencia de su nuevo rol de potencia secundaria y se centraba en sus intereses geopolíticos más cercanos impulsada por el imperialismo dominante en esa coyuntura. Buscó entonces asegurar y expandir sus posesiones coloniales  en África:

  • Territorios enclavados en el norte marroquí, en la región del Rif, que en 1913 darían lugar al Protectorado español de Marruecos.
  • Región de Ifni, reconocida por Marruecos como española desde 1860, aunque sin ocupación efectiva hasta 1934.
  • Sahara Español, territorio creado a partir de la zona de Rio de Oro (1885) al que se fueron añadiendo otras zonas hasta configurar el mapa conocido.
  • Guinea Española, cuya colonización se había iniciado en 1885 a partir de la Conferencia de Berlín.
Posesiones españolas en África en 1914 (círculos negros). Fuente: https://elordenmundial.com/mapas-y-graficos/reparto-colonial-africa/

El regeneracionismo.

El entusiasmo bélico se transformó pronto en un pesimismo generalizado provocado por la conciencia de la debilidad imperial de España. Sin embargo, el objetivo fundamental que era el mantenimiento del régimen monárquico para alejar, con ello,  posibles peligros revolucionarios como los producidos en el Sexenio o en la Comuna parisina, no tan lejanos en el tiempo, se cumplió totalmente. Desde esta perspectiva, el régimen se mostró eficaz a la hora de asumir las consecuencias de la derrota y, especialmente, las posibles consecuencias desastrosas –económicas y políticas– de una guerra prolongada.

La única novedad política que aportó  la derrota fue la reflexión sobre la cuestión nacional. Por un lado, resulto evidente la necesidad de profundizar en un proceso renovado de nacionalización de los españoles, apoyada por intelectuales y políticos. Pero, por otro lado, surgieron paralelamente los regionalismos periféricos.

Con el objetivo de renovar la nación y su régimen político fue surgiendo un movimiento intelectual –Ricardo Macías Picabea, Luis Morote, Rafael Altamira, Joaquín Costa,…– y después político, que tenía como objetivo la mejora y modernización de la nación mediante propuestas diversas: a esas propuesta se las denominó regeneracionismo. Fue un examen de conciencia realizado por intelectuales y políticos en el cambio de siglo, y cuyos ejes fueron: la dignificación de la política, la modernización social y la superación del atraso cultural y científico. Sus defensores más activos fueron los políticos Antonio Maura, Francisco Silvela y José Canalejas.

Victoriano Balasanz (1918) Retrato de Joaquín Costa. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Regeneracionismo

En marzo de 1899 se formó un gobierno presidido por Francisco Silvela y el general Polavieja como ministro de la Guerra. Ambos pretendían regenerar el país pero sin modificar el sistema político de la Restauración –es decir sin reformar la Corona, los partidos o el ejército. Aún así se aprobaron algunas reformas en la Hacienda, el Ejército y la organización territorial. Pero el gobierno regeneracionista acabó disolviéndose en diciembre de 1900, mostrando la incapacidad del sistema para evolucionar. Y, aunque otros gobiernos posteriores intentaron implantar algunas medidas, estas no fueron suficientes para impedir un lento desgaste del régimen que acabaría implosionando primero en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y luego, y definitivamente, en la Segunda República (1931)

Los beneficios económicos del Desastre.

En el plano económico, el desastre no fue tal.  Solamente la producción textil, esencialmente localizada en Cataluña, se resintió de la pérdida de los mercados coloniales. Pero la derrota impulsó la repatriación de numerosos capitales españoles que revitalizaron algunas regiones y sectores económicos. Se calcula que fueron repatriados unos dos mil millones de pesetas –lo mismo que había costado la guerra–; con este dinero se fundaron bancos como el Banco Hispano Americano, el Banco de Vizcaya y el Banco Español de Crédito, se invirtieron en minas e industrias metalúrgicas, principalmente en la franja cantábrica, sectores químicos y eléctricos. En suma esta inyección de dinero permitió sostener un crecimiento económico constante que se puede vincular con la segunda revolución industrial y que se vio favorecido por la aplicación de políticas proteccionistas que beneficiaron a los principales sectores productivos.

Sede central en Madrid del Banco Hispano Americano (1905), proyecto de Eduardo de Adaro. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Banco_Hispano_Americano_(Madrid)_01.jpg

Bibliografía.

Canales, C., & Del Rey, M. (2010). Breve historia de la guerra del 98. Madrid: Nowtilus.

Díaz-Plaja, F. (1971). La Historia de España en sus documentos. De Felipe II al desastre de 1898. Barcelona: Ediciones G.P.

Pereira, J. C. (1999). Reinterpretaciones del 98. ¿Derrota española o impulso modernizador? Política Exterior, 67.

Pérez Vejo, T. (2020). 3 de junio de 1898. El fin del imperio español. Barcelona: Taurus.

Tuñón de Lara, M., Andrés-Gallego, J., & Abellán, J. L. (1985). El desastre del 98. Cuadernos Historia 16, 30.

Tusell, J. (2012). España en el siglo XX. 1. Del 98 a la proclamación de la República (Vol. 1). Barcelona: Editorial Taurus.

Villares, R., & Moreno Luzón, J. (2009). Restauración y dictadura (Vol. 7). Barcelona: Crítica / Marcial Pons.

La neutralidad española en la Primera Guerra Mundial


La ciudad belga de Lovaina destruida por los bombardeos alemanes. Fuente: https://rarehistoricalphotos.com/leuven-destruction-photos-first-world-war/
  1. Los planteamientos sobre el conflicto.

Desde el inicio de la Primera Guerra Mundial (28 de julio de 1914-11 de noviembre de 1918), la política española sobre la guerra se decantó por la neutralidad. El gobierno de España, dirigido en ese momento por Eduardo Dato —del Partido Conservador—, era consciente de que el país no estaba preparado para entrar en un conflicto de esas dimensiones. Ni sus posibilidades económicas ni su capacidad militar permitían otra decisión. Todos los partidos, e incluso el mismo monarca Alfonso XIII, apoyaron la decisión.

Diplomáticamente, España tampoco estaba alineada con ninguno de los dos grandes bloques enfrentados y su papel internacional había quedado muy mermado desde la pérdida de los últimos restos coloniales en Cuba y Puerto Rico y en el Pacífico. Era, a todas luces, un actor secundario en la escena mundial. Tampoco los bloques contendientes la necesitaban para sus estrategias.

Configuración de los dos grandes bloques enfrentados en Europa. Fuente: Fernández, J.M.; González, J.; Ramírez, G. Historia del Mundo Contemporáneo.

A pesar de estas razones de fondo, esta política se explicó valorando su aspecto positivo al evitar las muertes y destrucción que conllevaba un conflicto tan terrible. Por otro lado, tanto el gobierno como la monarquía intentaron desempeñar un cierto papel como árbitro en algunos problemas concretos y en la ayuda a prisioneros y desaparecidos de la mano de la Cruz Roja. Igualmente, España no se abstuvo de proporcionar ayuda logística a algunos países del bloque aliado, como Francia. En respuesta, Alemania procuraba obstaculizar ese flujo económico mediante el hundimiento de buques mercantes —aliados y españoles— en las costas españolas, especialmente a partir de 1916. Así pues, su participación indirecta no puede negarse. De la misma manera, la península se convirtió en una enorme base para el espionaje de ambos bandos.

Buque mercante inglés Meridian, hundido en 1917 cerca de Alicante por un submarino alemán. Fuente:

Sin embargo, y a pesar de la política oficial, la sociedad española se dividió en su apoyo a los dos bandos implicados, surgiendo tendencias aliadófilas y germanófilas. Como algunos historiadores han afirmado, la división entre germanófilos y aliadófilos no se relacionaba exactamente con la tradicional división entre izquierda y derecha pues las opiniones sobre la guerra partían, especialmente, de las élites políticas y socioeconómicas que dirigían el país, mientras que el pueblo llano permanecía más ajeno al conflicto. En general, se puede afirmar que los sectores conservadores mostraron simpatía por los imperios centrales, más representativos de los conceptos de orden y autoridad, mientras que los sectores liberales y de izquierda apoyaron a los aliados, vinculados a la defensa de los principios democráticos. Esta división retórica no se plasmó en enfrentamientos ni tumultos callejeros, salvo pequeños incidentes aislados

En los partidos y grupos de izquierda, el conflicto produjo fuertes divisiones. Así, desde algunos sectores—anarquistas y una minoría socialista— se condenó el conflicto, interpretado como un enfrentamiento entre imperialismos en el que la clase trabajadora no tenía ningún papel. Estos grupos no se decantaron por ninguno de los dos bandos. Pero otros sectores obreros se dejaron llevar por el chauvinismo imperante respaldando principalmente a los aliados.

2. Las repercusiones de la guerra en España

A. Las repercusiones políticas y sociales.

Nada más acabarse el conflicto, comenzó a extenderse la idea de que la Gran Guerra había representado el final del orden político, económico y cultural del liberalismo del siglo XIX. Este planteamiento también puede aplicarse al caso español porque el conflicto aceleró procesos políticos y socioeconómicos que ya se habían iniciado. El historiador Miguel Martorell enumera dichos procesos:

  1. La movilización de millones de ciudadanos abrió la puerta a la participación de las masas en la política.
  2. El esfuerzo bélico favoreció la intervención del Estado en la economía.
  3. Las duras condiciones laborales existentes durante la guerra y la gran inflación que se produjo durante y después de ella provocaron un aumento de la conflictividad social en la posguerra.
  4. El ejemplo de la Revolución Rusa animó a sectores obreros a llevar a cabo procesos revolucionarios en sus países.
  5. La reacción al empuje revolucionario hizo surgir fuerzas contrarrevolucionarias que cuestionaban, al igual que los revolucionarios de izquierda, el régimen liberal y parlamentario.
  6. El individuo perdió su papel político y social, sustituido por la expansión de los sujetos colectivos –nación, clase, corporaciones, etc.–

España, a pesar de su neutralidad, no pudo evitar que llegasen las influencias antes señaladas, convertidas en rasgos definitorios del tiempo de entreguerras. Aasí pues, acabaron confluyendo el peso de las tendencias antes señaladas y la propia evolución del régimen de la Restauración que, desde 1913, comenzaba a manifestar la descomposición de los partidos dinásticos –Partido Conservador y Partido Liberal–, partidos de élites muy vinculados a determinadas personalidades, modelo de participación muy significativo de regímenes liberales restringidos. En el caso de España, ambos partidos padecieron procesos de fragmentación que los debilitaron considerablemente. La Gran Guerra se vió como una oportunidad para realizar una revolución que acabara con el orden restauracionista.

Revolucionarios armados húngaros en 1918. Fuente: https://en.wikipedia.org/wiki/Aster_Revolution

Justamente en 1917, el sistema político de la Restauración atravesó una situación verdaderamente crítica, definida por la convergencia de tres tipos de conflictos: el militar, el político y el social.

En el ámbito militar, el descontento de algunos sectores por las medidas gubernamentales acabó extendiéndose a todo el Ejército y concretándose en una amenaza de rebelión. Fue un conflicto de claro cariz sindical que buscaba, también, obtener cierta autonomía respecto del poder político.

En el ámbito político, la suspensión de las garantías constitucionales y el cierre de las Cortes provocó una reacción de nacionalistas catalanes, republicanos y socialistas que interpretaron tales hechos como una muestra de la debilidad del régimen y de la posibilidad de una revolución democrática. Sin embargo, el escaso seguimiento de la idea y la falta de apoyo de los militares hicieron fracasar la iniciativa.

En el tercer ámbito, el social, la crisis se produjo en el verano de 1917, cuando las dos principales organizaciones sindicales, UGT y CNT, convocaron una huelga general con pretensiones revolucionarias. La razón de fondo fue el continuo descenso de los salarios, mientras que los beneficios empresariales se disparaban a caballo del ascenso de los precios (una inflación anual del 22 % entre 1914 y 1917). Sin embargo, su incidencia fuera de los grandes núcleos industriales del país –Madrid, País Vasco, Asturias y Barcelona– fue escasa. La represión del movimiento huelguístico la realizó el ejército, que llegó a disparar contra los huelguistas, causando 71 muertos. La represión posterior contra el movimiento obrero fue muy dura.

Factores de la crisis de 1917. Fuente: https://miradahistorica.net/2011/08/03/la-crisis-final-de-la-restauracion-1917-23/

Acabado el conflicto, el derrumbe de las autocracias que representaban los imperios centrales y la victoria de las democracias liberales, acrecentó la sensación de peligro entre las fuerzas conservadoras. Además, la revolución rusa de 1917 y las revoluciones frustradas de Alemania y Hungría en 1919, junto a la creciente agitación obrera, se percibían como serias amenazas para el viejo orden social conservador. Martorell ya indica que muchos ciudadanos europeos se alejaron del liberalismo y buscaron valores que les proporcionasen más seguridad, como la autoridad, la nación o la religión. Comenzó a conformarse, así, una nueva derecha política que pronto tendrá que ver con el nacimiento de los fascismos en Europa y con el colapso del sistema liberal en España.

Evolución de los regímenes políticos en la Europa de entreguerras. Fuente: Fuente: Fernández, J.M.; González, J.; Ramírez, G. Historia del Mundo Contemporáneo.

B. Las repercusiones económicas.

La neutralidad favoreció una etapa de espectacular crecimiento económico. España se convirtió en proveedora de los dos bloques beligerantes, a los que suministraba materias primas y productos industriales. El aumento de las exportaciones significó la ampliación rápida de los mercados y un aumento significativo de los beneficios empresariales.

Algunos sectores se vieron más favorecidos por esta coyuntura. La industria manufacturera, especialmente la textil, impulsada por las necesidades de la guerra, creció enormemente. Pero también lo hicieron la industria química o la fabricación de maquinaria. Igualmente, los productores cerealistas y la minería aumentaron sus beneficios de forma notable. Esta bonanza económica produjo efectos desiguales porque no hubo ni redistribución social ni territorial.

La contrapartida a esta rápida expansión económica fue un paralelo crecimiento de los precios. Un segundo aspecto negativo fue la ruptura de los circuitos comerciales tradicionales, lo que perjudicó la exportación de algunos productos –naranjas o vino de Jerez, por ejemplo–. De igual manera, la guerra impuso un proteccionismo de facto, ya que las importaciones disminuyeron. Los movimientos migratorios también se interrumpieron y retornaron a España miles de inmigrantes.

EVOLUCION DE LOS PRECIOS EN ESPAÑA (en pesetas).
Producto (1 kg.)19131919
Pan0,300,55
Patatas0,120,45
Arroz0,501,00
Tocino1,754,00
Azúcar1,502,00

Fuente: Fernández, J.M.; González, J.; León, V.; Ramírez, G. Historia de España 2º Bachillerato. (2011).

3. Conclusiones.

La posición de neutralidad que mantuvo España en el conflicto la libró del horror de la devastación y de las pérdidas humanas, pero fue imposible evitar que sus repercusiones afectaran a la sociedad española. El país no era una isla en el contexto europeo y, por fuerza, las tendencias políticas y sociales generadas por la guerra acabaron llegando a la península.

Muy probablemente, las consecuencias más relevantes fueron las siguientes:

  • La acentuación de la decadencia del sistema liberal de la Restauración, acelerada por la crisis de 1917 y desaparecido definitivamente en 1923, tras el golpe de Estado del general Primo de Rivera que implantó una dictadura de rasgos corporativos con influencias fascistas –aunque Mussolini no implantó una dictadura como tal hasta 1925–.
  • La proliferación de nuevos estados en Europa y la difusión del principio de autodeterminación de los pueblos, defendido por el presidente norteamericano Woodrow Wilson, reforzaron a los nacionalismos catalán y vasco, complicando el panorama político español.
  • Una modernización económica acompañada de un proceso de acumulación de capital que asentó las bases de algunos sectores –finanzas, química, electricidad, etc.–. Y ello a pesar de que no se aprovechó la ocasión para mejorar las infraestructuras de manera ostensible.

4. Bibliografía

Fernández, J. M.; González, J.; León, V.; Ramírez, G. (2015) Historia de España. Madrid: Santillana.

Martorell, M. (2011) «No fue aquello solamente una guerra, fue una revolución»: España y la Primera Guerra Mundial. Historia y Política, 26.

Oliva, J. (2014). «España no entró en la I Guerra Mundial porque los aliados no la necesitaban». La Vanguardia. Recuperado de https://www.lavanguardia.com/vida/20140322/54403944024/espana-no-entro-en-la-i-guerra-mundial-porque-los-aliados-no-la-necesitaban.html.

Ponce, J. (2016). España en la Primera Guerra Mundial: política exterior, neutralidad y algunos apuntes sobre Canarias. XXI Coloquio de Historia Canario-Americana (2014), XXI-097.

Sáenz-Francés, E. & Sáenz Rotko, J. M. (2015) ¿La Agonía de un Neutral? España y la Primera Guerra Mundial. Comillas Journal of International Relations, (2), 127-141.

Villares, R. y Moreno, J. (2009) Restauración y dictadura. Historia de España, vol 7. Barcelona: Crítica

Las elecciones celebradas durante la Segunda República

El régimen político de la Segunda República española (1931-1939) significó la ruptura con la preponderancia secular del conservadurismo soci...