Las relaciones con Marruecos han pasado por diversas etapas desde 1975. Estas fases han fluctuado entre la colaboración y el enfrentamiento –Marcha Verde o este problema en la isla Perejil–. Existen abundantes intereses comunes, pero también subsisten temas aparcados que, en un momento dado, pueden provocar conflictos graves. Nos estamos refiriendo no solamente a las ciudades españolas en el norte de África y los enclaves adyacentes, sino también a las disputas existentes por la definición de fronteras en las aguasque bordean las Islas Canarias.
La isla de Perejil forma parte de las llamadas plazas de soberanía española en el norte de África. Se trataba de territorios que quedaban fuera de los límites del Protectorado español de Marruecos y que son un conjunto de islas y peñones situados frente a las costas de Marruecos (ver mapa). Las más conocidas, sobre todo por aquellos que les tocó hacer la mili obligatoria en Ceuta o Melilla, son las islas Chafarinas, las islas Alhucemas y el peñón de Vélez de la Gomera, a estos enclaves hay que añadir la isla de Perejil.
Estos territorios, con escaso o nulo valor estratégico actualmente, tienen, por el contrario, un elevado valor simbólico tanto para España como para Marruecos. La reivindicación de la soberanía marroquí aparece en cuanto, por la razón que sea, se disparan las tensiones entre ambos países. Y eso es lo que ocurrió cuando llegó al trono el actual rey Mohamed VI (1999).
El incidente de la isla de Perejil fue un enfrentamiento armado –aunque no se disparó ni un solo tiro– entre España y Marruecos. Aconteció entre el 11 y el 20 de julio de 2002 y el motivo del choque fue la ocupación militar de la isla de Perejil primero por unos gendarmes y después por infantes de marina marroquíes. Ha sido una de las crisis más graves de las habidas entre España y Marruecos desde la Marcha Verde de 1975.
¿Qué circunstancias encresparon las relaciones entre los dos países? Las primeras divergencias surgieron sobre el tema pesquero; en el año 2000 comenzaron las negociaciones entre la UE y Marruecos, y su fracaso fue el inicio del distanciamiento. La falta de acuerdo hizo que el gobierno español se acercase a Argelia y Túnez. No hay que olvidar que Argelia es el gran competidor de Marruecos por el dominio del Magreb.
Otro tema de confrontación fue el de la inmigración ilegal. El gobierno de Aznar endureció las leyes de inmigración y acusó a Marruecos de no esforzarse para detener el flujo migratorio que provenía desde sus costas. También la presunta financiación española del Frente Polisario y el desacuerdo por los permisos de explotación petrolera que el gobierno español había concedido a Repsol cerca de las islas Canarias, que estaban, según Marruecos, en sus aguas territoriales, se añadían al monto de desagravios.
Para algunos analistas, el distanciamiento debía de explicarse también en clave interna de Marruecos. Las expectativas de cambio que había suscitado la subida al trono de Mohamed VI se habían visto defraudadas y los islamistas estaban retornando a la escena política. Ante estos problemas, el monarca y el gobierno marroquí podrían haber optado por buscar la cohesión interna mediante el recurso del enemigo exterior.
La escalada de la tensión diplomática culminó el 28 de octubre de 2001 con la retirada del embajador marroquí, un gesto muy inamistoso en el lenguaje diplomático. El conflicto escaló un peldaño más el 11 de julio de 2002, cuando un grupo de doce hombres de la Gendarmería Real marroquí desembarcaron en la isla de Perejil. La ocupación se argumentó como un medio para frenar los tráficos ilícitos, en una roca que Marruecos afirma le pertenece desde la independencia. La primera reacción española fue moderada, lejos de cualquier respuesta militar, aunque se informó del hecho a la UE y a la OTAN. España pidió la retirada de los gendarmes y la vuelta al status quo anterior. La falta de respuesta de Marruecos hizo que el gobierno español comenzara a sopesar la acción militar. Antes, España había obtenido el apoyo de la UE, que emitió una dura nota de condena, y la OTAN exigió la vuelta a la situación anterior.
Según algunas fuentes, la decisión de enviar gendarmes a la isla había partido del mismo rey, sin consultar a su gobierno ni a sus aliados más estrechos –Francia y Estados Unidos–. Marruecos se había metido en una situación complicada de la que era difícil salir airoso, aunque hubo algunos intentos de iniciar negociaciones.
El 16 de julio Marruecos sustituye el destacamento de gendarmes por otro de la infantería de marina, lo que implica una militarización del conflicto. En esa misma fecha, España refuerza sus guarniciones de Ceuta y Melilla y moviliza varias unidades de la Armada; ese mismo día llama a consultas al embajador español en Rabat. A pesar de ello, el gobierno negaba tener intenciones belicosas. No obstante, se dio a Marruecos un ultiman que concluía en la madrugada del miércoles 17 de julio. Poco antes fueron trasladadas a Sevilla algunas unidades de operaciones especiales (boinas verdes); estas unidades –un total de 28 hombres– se trasladaronen siete helicópteros a la isla y llevaron a cabo un rápido asalto –la operación duró 10 minutos–. Los soldados marroquíes se rindieron sin resistencia y al día siguiente fueron devueltos a Marruecos. Mientras tanto, la Armada había bloqueado los puertos marroquíes más cercanos y dos patrulleros bloqueaban al patrullero marroquí que prestaba apoyo a sus infantes de marina. Por su parte, el Ejército del Aire proporcionaba cobertura a todas las fuerzas con cazas F-18 y Mirage F-1. La operación militar implicó un importante ejercicio de coordinación entre los tres ejércitos.
Al concluir la operación militar, el gobierno de Aznar se puso en contacto con el de Marruecos para iniciar una negociación e informó a la UE y a la OTAN, así como al Comité de Seguridad de la ONU. Los soldados españoles, tropas de la Legión, permanecieron algunos días en la isla, hasta que ambos países llegaron, con la mediación de Estados Unidos, a un acuerdo que consistía en mantener despoblada la isla y no disponer de ninguna guarnición militar en ella.
La acción española fue interpretada por nuestro vecino del sur como una humillación, y su rey Mohamed VI no procuró evitar mostrar su poca querencia por el presidente Aznar. Las malas relaciones continuaron hasta principios de 2003, cuando los embajadores volvieron a sus puestos y se afianzaron definitivamente en marzo de 2004 con la visita de Zapatero, ya como presidente del nuevo gobierno.
Esta entrada se publicó por primera vez el 29 de junio de 2017.
La revuelta que tuvo lugar en la región marroquí del Rif entre 2016 y 2017 tuvo diversas consecuencias; de hecho, afectó al Majzén, el sistema clientelar que emana de la monarquía y que sustenta el poder real en Marruecos. Desde la primavera árabe de 2011 no se había vivido en el país norteafricano una crisis tan significativa.
En el fondo, las protestas responden a una antigua necesidad de reformas que la denominada “primavera árabe” puso en evidencia y que, en casi todos los casos, se quedaron a mitad del recorrido o, sencillamente, acabaron destrozando los países y creando Estados fallidos –Libia, Siria...–.
A este impulso debemos sumar las características históricas de una región de población bereber tradicionalmente poco sumisa con el poder del Estado. La región, que coincide en gran medida con el mapa del Protectorado español en Marruecos, es una zona agreste y con tradición levantisca. En ella la presencia española aún es palpable y de allí procede una buena parte de la inmigración marroquí que llega a España.
Localización del Rif. Fuente: elperiodico.com
Evolución histórica.
Los problemas de esta región con el poder central no son nuevos. Para no remontarnos muy atrás iniciamos la lista de conflictos entre el Rif y las autoridades marroquíes con la rebelión que tuvo lugar en 1958. Dos años después de que Marruecos se constituyese en Estado independiente, se produjo en la región una sublevación ante los intentos del rey de implantar un modelo de Estado centralizado donde primarían dos variables que postergaban a los rifeños: el idioma francés y la lengua y cultura árabe. Quedaban arrinconados así lo bereber y lo español, signos de identidad de la población de esta región. La rebelión, que tuvo como objetivo la independencia, se saldó con el fracaso y provocó una fuerte represión dirigida por el entonces príncipe Muley Hassán, futuro Hassán II.
Casi treinta años después, en 1984, se produjo otra revuelta que tuvo más un cariz de protesta social contra las duras medidas de ajuste económico impuestas por el gobierno de Hassán II. Al igual que la anterior, fue duramente reprimida.
En el contexto de la primavera árabe de 2011, al igual que en el resto del territorio marroquí, se produjeron en el Rif protestas y manifestaciones. No obstante, aquí fueron más violentas y de mayor envergadura que en el resto de Marruecos, reflejando esa incomodidad política y social que ha pasado a ser un rasgo de la región.
Debido a su histórica resistencia contra el colonialismo español y francés, el Rif ha sido siempre, como ya hemos señalado, una región difícil de doblegar. Todavía pervive el recuerdo del caudillo rifeño Abdelkrim, que lideró la lucha anticolonial en los años veinte del siglo pasado, y llegó a instaurar una República del Rif (1921-1926). Aunque murió en el exilio en El Cairo, su leyenda sigue viva. Esta región es la tierra de los bereberes, pueblo unido por una lengua (el tamazigh) y una cultura. Durante el reinado de Hasan II la política del monarca fue la del desprecio y la represión. Pero la postura de la monarquía ha cambiado con Mohamed VI, que ha dado visibilidad al territorio y reducido la persecución de lo bereber.
Como puede observarse, la población rifeña ha mantenido una tradición combativa que hunde sus raíces en las diferencias culturales y en la sensación de marginación secular del territorio. De esta tradición ya fue testigo el dominio español durante el período de la Restauración.
2. Las causas inmediatas.
El movimiento surgió el pasado 28 de octubre de 2016, cuando un vendedor de pescado de Alhucemas, Mouhcine Friki, trató de recuperar la mercancía que le habían confiscado y acabó triturado por un camión de la basura. El incidente, muy similar al que inició la revuelta de la primavera árabe en Túnez al morir Mohamed Bouazizi, fue divulgado a través de las redes sociales y desató la indignación de los rifeños.
La protesta comenzó pidiendo la clarificación de las condiciones de su muerte y el castigo de los culpables. Pero el movimiento, adquirió fuerza y continuidad y fue incorporando otras reivindicaciones.
Protestas por la muerte del joven Mouhcine Friki. Fuente: elpais.com
La muerte de Fikri ha servido para despertar el sentimiento de lucha contra las actuaciones del Estado, que siempre han perjudicado a la región. El Rif es una zona pobre, montañosa, aunque actualmente ha mejorado su situación económica gracias al cultivo del cannabis –Marruecos es el segundo exportador mundial, detrás de Afganistán–. No obstante, esta mejora no afecta a todos los rifeños, sino a la minoría que controla el tráfico hacia Europa u Oriente Próximo. Es un territorio, además, que expulsa población hacia otras ciudades marroquíes o hacia Europa. Las generaciones jóvenes se hunden en la desesperanza, acuciadas por el desempleo y la falta de perspectivas económicas.
El movimiento de protesta aparece desvinculado de los partidos políticos, incluso del Partido Autenticidad y Modernidad, que cuenta con importante presencia en la zona. No obstante, el movimiento ha recibido el apoyo de los partidos con más base popular, entre ellos los islamistas (Partido de la Justicia y la Libertad), aunque también han marcado distancias con el movimiento bereber.
Poblado bereber en el Atlas marroquí. Fuente: wikipedia.org
El escritor Saïd El Kadaoui añade otra causa subyacente: los desajustes entre un sistema político que funciona sin partidos fuertes y sin líderes legítimos y una sociedad en ebullición que demanda cambios estructurales y justicia social.
3. El desarrollo inicial de la revuelta.
La difusión de las imágenes de la muerte de Friki desencadenó una serie de manifestaciones y protestas en todo el Rif de forma inmediata. Las más importantes se produjeron en torno a la ciudad de Alhucemas. Al principio, las manifestaciones fueron pacíficas, pero a partir de febrero de 2017 se produjeron enfrentamientos violentos entre manifestantes y policías. La aparición de la violencia no frenó el movimiento de protesta; estas continuaron produciéndose, convocadas a través de las redes sociales.
Protestas en Alhucemas. Fuente: politicaexterior.com
La detención, en mayo de 2017, de Nasser Zafzafi, líder carismático del movimiento popular conocido como Hirak, que reclamaba mejoras sociales y económicas para el Rif, reactivó las movilizaciones, extendiéndolas a otras ciudades, incluida Rabat donde la manifestación del 11 de junio congregó a una gran multitud en la que estaban presentes tanto los islamistas como los grupos de izquierda.
Al principio, los manifestantes exigían simplemente la clarificación de las condiciones de la muerte de Friki y el castigo de los culpables. Pero el movimiento ha ido transformando esas reivindicaciones iniciales en demandas sociales, económicas e identitarias que se han politizado progresivamente. Estas demandas se han encontrado con el vacío político resultado del “bloqueo” levantado por el Palacio contra Abdelilah Benkirane, líder del Partido de la Justicia y del Desarrollo. (PJD), a fin de impedirle dirigir de nuevo el gobierno. El poder no ha dado ninguna respuesta eficaz para solucionar el conflicto, aparte de la represión.
Los dirigentes de la protesta no dudaron en criticar al mismo rey, algo grave en Marruecos y probable causa principal del aumento de la represión sobre ellos y sobre el movimiento en general. El otro elemento que desagradaba a la monarquía es la rememoración de la figura de Abdelkrim y su papel en la fundación de la efímera república rifeña.
4. El análisis del movimiento de protesta.
El movimiento que estructura y dirige las protestas se denomina Hirak y concentra tres tipos de corrientes: sociales, políticas e identitarias. Estas reclamaciones son la base de las acciones populares rifeñas. Pero en la casuística que anima el movimiento, pesa también la memoria histórica de lo acontecido en el Rif en el último siglo, desde la resistencia de Abdelkrim contra el colonialismo hispano-francés hasta la insurrección de 1959, violentamente reprimida por Hasan II.
Otro tema que subyace en el conflicto es el papel de la religión. En Marruecos las mezquitas están bajo el riguroso control del gobierno para evitar la penetración islamista. Pero este no dudó en utilizarlas para estigmatizar el movimiento, acusándolo de engaño y superchería e incluso de acusar a su principal líder, Zefzafi, de delitos de blasfemia. Las precauciones de los islamistas a la hora de apoyar a los rifeños demostraron la autonomía de este movimiento popular de protesta.
Entrada publicada originalmente el 13 de septiembre de 2017
El camino hacia la Gran Guerra estuvo jalonado por cuatro crisis previas que mostraron el interés de Alemania por romper el frente común que sus enemigos habían conformado contra ella, así como remodelar el mapa colonial. Las alianzas que tejieron Francia, Gran Bretaña y Rusia –Alianza franco-rusa de 1891, Entente Cordiale con Gran Bretaña (1904) y Triple Entente (1907)– fueron una respuesta a la política internacional iniciada por Alemania con los sistemas bismarkianos, ampliada después por Guillermo II al ámbito colonial con sus deseos de expansión imperialista. Estas cuatro crisis fueron: la crisis marroquí de 1905, la crisis bosnia de 1908, la crisis marroquí de 1911 y la crisis balcánica de 1912-1913.
Elaboración propia
El período de preguerra se caracterizó, como hemos apuntado, por la formación de dos bloques enfrentados que agruparon a las principales potencias europeas del momento. El primer bloque, conformado por la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia), fue una derivación de los sistemas bismarckianos y respondía a la estrategia alemana de penetración en los Balcanes y en el Imperio Otomano, al tiempo que cerraba el paso a Francia y la Rusia zarista –su gran fracaso fue no haber podido asegurar la alianza rusa. La pertenencia de Italia a esta alianza fue siempre insegura, por lo que su papel fue muy secundario.
El segundo bloque lo formó la Triple Entente, cuya configuración fue más larga, ya que exigió casi un decenio. Su origen está en la alianza entre Francia y Rusia, forjada a partir de 1891. Este acuerdo rompía el aislamiento diplomático de ambas potencias, especialmente de Francia –objetivo de toda la política exterior de Bismarck– y obligaba a Alemania, en caso de conflicto armado, a cubrir a la vez dos frentes de combate.
Alianzas militares y políticas previas a la Primera Guerra Mundial. Fuente: Fernández, J.M.; González, J.; Ramírez, G. (2015) Historia del Mundo Contemporáneo. Ed. Santillana.
Esta alianza franco-rusa se amplió con la incorporación de Gran Bretaña, tras fracasar la política de acercamiento a Alemania que su ministro de las Colonias, Joseph Chamberlain, había llevado a cabo. El primer paso fue la firma en 1904 de la Entente Cordiale entre Francia y Gran Bretaña; posteriormente, tras la primera crisis de Marruecos, se incorporó el Imperio ruso, firmándose el pacto de la Triple Entente en 1907. La incorporación de Gran Bretaña a una alianza continental representó una gran novedad que debe interpretarse como resultado de su preocupación por frenar el expansionismo alemán, ya significativo en el ámbito naval.
Como afirma Hobsbawm, la formación de estas grandes alianzas respondía a la lógica de que, en pleno período imperialista, los conflictos internacionales eran globales y endémicos y que nadie sabía hacia dónde llevaban los intereses encontrados de las diversas potencias. Existía, sin embargo, un cierto convencimiento de que ese camino conducía a una guerra de grandes dimensiones.
La primera crisis marroquí.
Bajo el gobierno del sultanato y a lo largo del siglo XIX, Marruecos había logrado mantenerse como un Estado independiente conteniendo los intereses imperialistas de las grandes potencias, aunque había firmado acuerdos económicos con algunas de ellas, por ejemplo con Gran Bretaña. No obstante, la ocupación francesa de Argelia introdujo un elemento de presión sobre la soberanía marroquí; así el apoyo de Marruecos a los argelinos condujo al enfrentamiento con Francia –batalla de Isly (1844)– que se saldó con la derrota marroquí. Esta derrota tuvo graves consecuencias pues redujo su capacidad militar y abrió el territorio al comercio con otras potencias occidentales mediante tratados muy favorables para ellas. Todo ello debilitó a Marruecos.
A partir de 1880 aumentó la presencia europea en territorio marroquí –comerciantes, empresarios, religiosos, …–. Francia era la potencia más interesada en lograr el dominio de Marruecos. España, por su parte, tenía intereses de menor calado, pero que se acrecentaron tras la pérdida de las últimas colonias americanas y asiáticas. El interés alemán se reducía al hostigamiento de la política francesa en la zona.
Situación del norte de África a finales del siglo XIX. Fuente: Atlas Histórico (1980). Ed. Noguer
El acuerdo franco-británico de 1904 dejaba a Francia las manos libres para afianzar su control de Marruecos a cambio del reconocimiento francés del dominio de Egipto por Gran Bretaña. Ello provocó la inmediata reacción alemana.
La primera de las crisis tuvo lugar en 1905, cuando llegó a Tánger el emperador alemán Guillermo II y pronunció un discurso en el que expresó su claro apoyo al sultán marroquí así como a la independencia de Marruecos. Alemania Intentaba aprovechar la debilidad de la Triple Entente en ese momento –Rusia acababa de ser derrotada por Japón (guerra ruso-japonesa de 1905) y el zar se enfrentaba a una revolución–, obligando a Francia a negociar la situación del África septentrional.
La consecuencia de esta intervención fue la convocatoria de la Conferencia de Algeciras (1906). A ella asistieron las trece potencias que habían firmado la Convención de Madrid de 1880. En el texto resultante (Acta de Algeciras, 7 de abril de 1906), España y Francia recibieron el beneplácito para ejercer un protectorado sobre Marruecos. Aunque en el texto del Acta se insistía en la soberanía de Marruecos, quedaba la puerta abierta para la injerencia en los asuntos internos marroquíes. Incluso Francia retomó la iniciativa militar y ocupó diversos territorios en el Marruecos oriental, cerca de la frontera argelina. La conclusión que se puede extraer es que Marruecos había perdido su independencia. Alemania, por su parte, no logró sus objetivos y acabó aislada; incluso Italia apoyó la posición francesa.
La segunda crisis se originó en 1911. El creciente dominio francés sobre Marruecos no podía ser bien visto por Alemania, que ya había mostrado su interés por entorpecer el control francés sobre el norte de África. Y estaba claro que los resultados de la Conferencia de Algeciras no la habían dejado satisfecha.
Desde 1907 el sultán había intentado, con poco éxito, establecer un control más efectivo sobre las tribus bereberes, así como efectuar ciertas reformas modernizadoras de su economía. Ambas actuaciones desencadenaron una revuelta popular en 1911. Rápidamente, Francia y España enviaron tropas para apoyarlo y restablecer su autoridad. El conflicto desencadenado sirvió de justificación para que Alemania interviniese en el mismo mediante el envío de un buque de guerra.
De esta manera, el 1 de julio de 1911 cañonero alemán Panther entraba en el puerto de Agadir, un enclave estratégico entre Gibraltar y las islas Canarias, en una clara prueba de fuerza contra la presencia francesa en el interior de Marruecos. Fue también un medio para exigir compensaciones territoriales o concesiones mineras como contrapartida de la ocupación francesa.
La acción fue interpretada como un nuevo desafío a Francia, pues cuestionaba su influencia en Marruecos. Gran Bretaña se alineó con Francia, lo que alejó la posibilidad inmediata de un conflicto bélico directo entre Alemania y Francia. Alemania reconoció los derechos franceses, pero solicitó una «compensación» por la imposibilidad de su penetración en Marruecos.
La crisis se resolvió mediante un acuerdo diplomático entre Francia y Alemania: el Tratado de Fez. En él Alemania dejaba las manos libres a Francia y a España en Marruecos a cambio de la cesión de una parte importante del norte del Congo francés, que sería añadida al territorio de Camerún, ya colonia alemana. Un ejemplo de los intercambios territoriales propios del imperialismo europeo.
Estas crisis pusieron de relieve el deseo alemán de actuar como una gran potencia mundial y mostraron su poderío naval y su capacidad de influencia.
Las sucesivas crisis consolidaron el sistema de alianzas diseñado en torno a la Triple Alianza y a la Triple Entente. La etapa coincide con el final del reparto colonial y con la aparición de nuevos imperialismos extraeuropeos. La nueva situación creada supuso que cualquier modificación del statu quo mundial afectaba, de una u otra forma, a varias potencias y convertía en explosivo cualquier incidente o cuestionamiento de ese sistema. De hecho, las diferentes crisis bélicas o diplomáticas que se sucedieron desde principios del siglo XX pusieron a prueba esa política de bloques, reforzándolo siempre. Se trató de enfrentamientos de carácter limitado, pero que obligaban a acuerdos de carácter general.
La segunda crisis marroquí representó un peligro mucho mayor de desencadenamiento de una guerra entre Francia y Alemania. El conflicto fortaleció a la Triple Entente por el pleno apoyo británico a Francia en las cuestiones coloniales, que se fundamentaba en su común recelo ante el expansionismo colonial alemán y olvidaba anteriores disputas entre Francia y Gran Bretaña. Los actores que entrarían en escena en 1914 ya estaban en la palestra.
Así pues, las diversas crisis que antecedieron a la Primera Guerra Mundial contribuyeron a reforzar los bloques y a generar una política de enfrentamiento en las relaciones internacionales, aspectos que explican la creciente amenaza a la guerra como forma de solucionar los conflictos.
Bibliografía.
Anónimo. (2021). «Crisis de Agadir». Wikipedia, la enciclopedia libre.
Anónimo. (2021). «Primera Crisis Marroquí». Wikipedia, la enciclopedia libre.