Buscar este blog

Mostrando entradas con la etiqueta HIstoria Contemporánea de España. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta HIstoria Contemporánea de España. Mostrar todas las entradas

jueves, 26 de diciembre de 2024

Los bombardeos aéreos de Cartagena durante la Guerra Civil española

Durante la Guerra Civil española (1936-1939) las principales ciudades y puertos de toda la fachada mediterránea fueron duramente castigados por los bombardeos aéreos llevados a cabo principalmente  por la aviación italiana desde sus bases en Mallorca. El efecto, la victoria del alzamiento franquista en Baleares permitió a los sublevados mantener una amenaza constante sobre el territorio de la retaguardia republicana, hostigando las infraestructuras económicas y de comunicaciones y dificultando la llegada de ayuda a la República. En el caso de la Región de Murcia, por el contrario, los bombarderos procedían de la base de Armilla en Granada e incluso de Sevilla.


Orígenes geográficos de los principales bombardeos sobre la fachada mediterránea. Elaboración propia.


Como es bien sabido, la Guerra Civil española sirvió de antesala para la práctica de novedosas tácticas militares y de nuevas tecnologías bélicas que poco después alcanzarían su pleno auge durante la Segunda Guerra Mundial. Entre estas prácticas estuvo la de los bombardeos aéreos masivos, tanto sobre objetivos militares como civiles, difuminándose así el débil límite entre ambos que ya había sido rebasado en ocasiones anteriores, al menos desde la Primera Guerra Mundial, pero también en otros conflictos bélicos menores –Francia y España en el norte de África en 1912 y 1913, Estados Unidos en Méjico (1916), etc.– Desde entonces las ciudades se convirtieron en un objetivo militar y, por lo tanto, susceptible de ser atacado en el marco de la denominada “guerra total”, doctrina que anulaba la división entre frente de guerra y retaguardia; los objetivos se extendían a cualquier parte del territorio y no solamente se centraban en el frente de combate. De este modo, las ciudades se convirtieron en objetivos bélicos de primera importancia.

Ambos bandos utilizaron esta estrategia aérea, si bien la ayuda italiana y alemana al bando franquista hizo que la frecuencia e intensidad de sus bombardeos fuesen mucho mayores que en el republicano. Numerosas ciudades republicanas padecieron esos bombardeos: Madrid, Barcelona, Guernica, Tarragona, Santander, Almería, Castelló, Reus, Sagunto, Valencia, Águilas, Alacant, Alcoy, Cartagena, Albacete, Almería, Jaén, etc. Por su parte, los republicanos bombardearon ciudades como Córdoba, Valladolid, Cabra, Salamanca, Burgos, Ceuta, Melilla, etc. 


A la destrucción de industrias, comunicaciones, puertos, aeropuertos se añadía un nuevo interés: el de la intimidación y desmoralización de la población civil. Se emplearon para ello nuevas tácticas o nuevos modelos de aviones: en Guernica, y también en otros lugares, la combinación de bombas de explosión de 250 kg y bombas incendiarias de 50 kg; en algunos pueblos del interior de Castellón, la efectividad como bombarderos de los Stukas alemanes. En suma, la Guerra Civil española fue, como ya se ha dicho, un ensayo bélico de lo que será la ya cercana Segunda Guerra Mundial.

Escuadrilla de Junkers Ju-87 «Stukas». Fuente: Wikipedia.

La aviación desempeñaría un nuevo y crucial papel en las estrategias militares a partir de entonces. En este sentido, la ayuda prestada por Alemania e Italia a los sublevados –cazas, transportes y bombarderos– proporcionó a estos una indudable superioridad aérea que, sin duda, facilitó su avance terrestre en todos los frentes.

Aunque el alzamiento militar contra el gobierno republicano no triunfó en Cartagena, la situación fue confusa en el Arsenal durante bastante tiempo, así como en la cercana base aérea de Santiago de la Ribera. Una vez vencidos los conatos de la sublevación y confirmada su adhesión a la República, Cartagena se convirtió en un poderoso centro de interés para los bombardeos del bando nacional. Era la única gran base naval de la República, sede de su principal flota, con arsenales y fábricas en plena actividad y puerto de enlace para la llegada de la ayuda militar exterior. Por tanto, fue un claro objetivo durante toda la guerra.

Puerto de Cartagena en abril de 1937. Pueden verse diversos buques dispersos. Fuente: http://foro.todoavante.es/viewtopic.php?f=75&t=4426


La ciudad estaba bien defendida, no solamente por la flota naval –un acorazado, tres cruceros,  varios destructores, lanchas torpederas y algunos submarinos–, sino por la eficaz red de baterías de costa y de baterías antiaéreas. Ello permitió que durante los primeros meses del conflicto llegasen numerosos barcos, sobre todo soviéticos, cargados de ayuda militar. Para frenar este flujo, el bando nacional comenzó a bombardear la ciudad desde el aire.

Cartagena fue una de las ciudades que sufrió más bombardeos durante la guerra civil. Los cuatro que hemos analizado aquí fueron los primeros de una larga sucesión de ataques aéreos –se calcula que 117– con los que las fuerzas franquistas pretendieron anular el potencial militar de la ciudad y su comarca. De la misma manera, los bombardeos ocasionaron 233 víctimas, centenares de heridos y la destrucción de un tercio del casco urbano. De estos bombardeos los más significativos fueron los primeros.

El primer bombardeo se produjo el 18 de octubre de 1936. Los encargados de realizarlos fueron dos bombarderos alemanes Ju-52, con tripulaciones de la misma nacionalidad, que procedían de la base de Armilla (Granada). Estos aparatos se diseñaron originalmente como transportes y fue en la guerra civil donde se probaron sus cualidades como bombarderos. Fueron las primeras unidades de lo que después sería la Legión Cóndor. La defensa antiaérea respondió y solamente pudieron realizar una pasada al amanecer en la que arrojaron 10 bombas de 250 kg. Aunque sus objetivos eran los barcos anclados en el puerto, las bombas cayeron por el centro de la ciudad, causando 22 muertos y numerosos heridos entre militares y civiles. Además de los daños materiales y pérdidas humanas, el bombardeo rompió la sensación de seguridad que se vivía en la ciudad hasta entonces; ni el hecho de estar lejos de los frentes ni de disponer de buenas defensas habían podido impedir el ataque: Cartagena era vulnerable. Por ello se creyó necesario la construcción de refugios antiaéreos en diversos lugares de la ciudad.

Bombarderos Ju-52 con la escarapela nacional. Fuente. https://www.eurasia1945.com/armas/aire/junkers-ju-52/

El segundo bombardeo aconteció dos días después: el 20 de octubre. Esta vez fueron tres Ju-52 tripulados por aviadores españoles. Procedían de Armilla y llegaron de noche a Cartagena. Realizaron solamente una pasada, pero lograron arrojar todo su cargamento de bombas –18 en total, de las que solamente una no impactó–. Al parecer, el bombardeo no causó grandes destrucciones ni bajas reseñables.

Ninguno de los dos bombardeos había logrado frenar el tráfico marítimo ni la llegada de ayuda militar soviética. Así mismo, en la cercana base aérea de Los Alcázares se continuaban ensamblando los aviones militares rusos que llegaban desmontados a Cartagena. Para destruir esta cadena se diseñó un tercer bombardeo que tuvo lugar el 27 de octubre de 1936. Se trató de una misión combinada de la Aviazione Militare italiana, que había trasladado a la base de Armilla tres bombarderos Savoia S-81. A ellos se les sumarían cinco Ju-52, ocho aparatos en total para atacar Cartagena y Los Alcázares. En ambos casos no afectaron seriamente a ninguna infraestructura, pero en Cartagena ocasionaron diversas víctimas tanto civiles como militares.

Bombardero italiano Savoia S-81. Fuente: Wikipedia.


A principios de noviembre, la ciudad sufrió dos pequeños ataques –los días 2 y 4– en los que participaron uno o dos aviones, sin apenas daños. El día 23 Cartagena fue sobrevolada por un aparato de reconocimiento, probablemente un He-70 alemán, que fotografió los objetivos principales –puerto, Arsenal, baterías antiaéreas, … –, se trató de la primera misión en España de la recién formada Legión Cóndor. 

El vuelo fue el prolegómeno del bombardeo más intenso producido hasta entonces, que ocurrió el 25 de noviembre de 1936. En esta ocasión, los bombarderos Ju-52 fueron trasladados previamente desde Sevilla a Melilla para lograr un mejor acercamiento a la ciudad. Así pues, los aparatos despegarían de la ciudad norteafricana. Se utilizaron veinte bombarderos, que atacarían en varias oleadas seguidas con el objetivo de prolongar lo máximo posible el tiempo de bombardeo. Fue el primer ataque aéreo diurno sobre la ciudad; comenzó a las 17:25 y se dio por concluido a las 21:30. Por esta razón fue conocido como el bombardeo de las cuatro horas.

Localización de los impactos del bombardeo del 25 de noviembre sobre Cartagena. Fuente: https://www.regmurcia.com

El ataque provocó 58 víctimas, pues los impactos de las bombas, explosivas e incendiarias, abarcaron toda la ciudad, aunque de forma dispersa. Curiosamente, no afectaron a ningún buque importante, pues el grueso de la flota había salido de puerto poco antes del inicio del bombardeo. Más significativos fueron los daños morales; la población cartagenera estuvo cuatro horas encerrada en sus casas o refugios, oyendo explosiones continuamente, así como el sonido de la artillería antiaérea, tanto de tierra como de los buques próximos. La sensación de vulnerabilidad se extendió por la zona urbana y muchas familias abandonaron la ciudad buscando la seguridad del campo.

Daños en el casco urbano cartagenero producidos el 25 de noviembre de 1936. Fuente: http://www.regmurcia.com

En total, los bombardeos de octubre y noviembre habían ocasionado casi 100 muertos y varios centenares de heridos entre civiles y militares, así como la destrucción o inutilización para vivir de decenas de casas. Estos hechos demostraron, y así fue difundido por el gobierno de la República, el incumplimiento de los dictámenes del Comité de No Intervención ya en los primeros meses del conflicto. A los ataques citados, donde era evidente la participación de la aviación alemana e italiana, hay que añadir el ataque de submarinos italianos a la escuadra republicana que tenía su base en el puerto de Cartagena el 22 de noviembre de 1936.

Los bombardeos de Cartagena tienen la peculiaridad de que fueron realizados casi totalmente por aviones alemanes, la mayor parte de las veces también con tripulaciones del mismo país, mientras que la participación italiana fue, en este caso, muy secundaria –algunos aparatos en el tercer bombardeo y cazas de escolta en ocasiones.

Cartagena ocupó un lugar primordial en la defensa de la República. Sus importantes instalaciones militares, tanto navales como terrestres, así como la proximidad de los aeródromos de Los Alcázares y de San Javier creaban una red militar de gran importancia para el sostenimiento bélico republicano. Además, su sistema de defensa –3r Regimiento de Artillería de costa y numerosas baterías antiaéreas– la convertían en el conjunto de bases militares republicanas mejor protegido. A ello había que sumar las instalaciones industriales, así como el lugar de recepción y montaje de la ayuda militar soviética –artillería, aviones, tanques, …–. Pero ello le costó un elevado precio en vidas humanas y destrucciones.

Hidroaviones junto al aeródromo de Los Alcázares. Fuente: http://museoaeronauticoalcazares.blogspot.com

Bibliografía.


Anónimo (2018). El sureste peninsular en la GUerra Civil. Último refugio de la Seguna República Española. Tudmir. En http://tudmur.es/el-bastion-de-levante-ultimo-reducto-de-la-ii-republica-espanola

Armada, J. (2017). La aviación: una nueva amenaza en la guerra civil española. Historia y Vida, 544.

Aznar, M. (1940). Historia militar de la Guerra de España. Madrid: Ediciones Idea.

Egea Bruno, P.M. (2011). Cultura de resistencia y guerra civil en la base naval principal de la República: Cartagena, 1936-1939. Diacronie: Studi di Storia Contemporanea, nº 7. En http://www.studistorici.com/2011/07/29/egea_numero_7/

Egea Bruno, P. M. (2016). El final de la guerra civil: Cartagena, marzo de 1939. Hispania Nova, 14. 

Howson, G. (2000). Armas para España: la historia no contada de la Guerra Civil española. Barcelona: Península.

Moradiellos, E. (2016). Historia mínima de la guerra civil española. Madrid: Turner. 

Puchol, M. y García, F.J. (2003). El bombardeo de las cuatro horas. Cartagena Histórica, 3. En http://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,373,m,2879&r=ReP-22907-DETALLE_REPORTAJESPADRE

Publicado originariamente el 21 de marzo de 2019.

lunes, 23 de diciembre de 2024

Feminismo y sufragismo en España: el derecho de las mujeres a votar.

La demanda del derecho al voto femenino aparece vinculada desde sus orígenes al pensamiento y a la acción de grupos de mujeres que tomaron conciencia de la injusta situación a las que las sometía una estructura social patriarcal que las ninguneaba. La consecución de derechos sociales, legales y económicos fue un largo proceso que llegó a su cima ya bien entrado el siglo XX en las sociedades occidentales. Estas batallas, no obstante, no han logrado aún la victoria final, quedan muchos flancos que atender, pero también es innegable que los progresos han sido muchos.

Manifestación feminista en Gran Bretaña solicitando reformas educativas. Fuente: https://coeducando.wordpress.com/tag/sufragismo/

1. Apuntes sobre los orígenes del movimiento feminista.

El feminismo, entendido como movimiento social y teoría política, promueve la igualdad de los derechos para la mujer. Encuentra su precedente en el pensamiento de la Ilustración del siglo XVIII. La Revolución Francesa de 1789 permitió que las peticiones de las mujeres llegaran a las instituciones políticas revolucionarias; personalidades como Condorcet o Olympe de Gouges escriben sobre ello, esta última en su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, publicado en 1791 realiza un alegato claro en favor del reconocimiento para las mujeres de los mismos derechos que para los hombres. Un fenómeno marginal, sin duda, circunscrito a los ambientes cultos, pero un primer paso teórico.


La influencia de estos textos no tardó en llegar a Gran Bretaña, pero los primeros movimientos feministas aún tardarían un siglo en cuajar, vinculados al liberalismo o al socialismo político. En todos los lugares, y lo mismo ocurrirá algo después en España, las reclamaciones feministas se dirigían a obtener mejoras educativas y legislativas sobre los derechos económicos y laborales, hablándose poco del derecho al sufragio. En 1866 John Stuart Mill presentó la primera moción en el Parlamento británico en favor del voto femenino, peticiones que se repetirían años después con resultado negativo. A pesar de estos reveses políticos, el sufragismo fue ganando base social y en 1897 se creó la Unión Nacional de Sociedades por el Sufragio de las Mujeres. Así pues, fue en Gran Bretaña y. casi paralelamente, en Estados Unidos, donde con más intensidad surgieron los movimientos feministas y las demandas sufragistas.

Manifestación sufragista en Estados Unidos (1912). Fuente: https://www.contactomagazine.com/articulos/elvotodelamujer1008.htm#.XL7eNZP7RBw

En muchos casos, el feminismo y el sufragismo no constituyeron movimientos autónomos, sino que se vincularon a partidos políticos y sindicatos de todas las ideologías. A finales del siglo XIX y ya en el siglo XX, numerosos países comenzaron a conceder el derecho de voto a las mujeres:

                                                             PAÍS                                                                                               AÑO
                Nueva Zelanda1893
                Australia1902
                Finlandia1906
                Noruega1913
                Dinamarca1915
                Gran Bretaña1917
                Unión Soviética1917
                Estados Unidos1920
                España1931
                Brasil1935
                Uruguay1938
                Francia1946
                Argentina1947
                México1953

2. El feminismo en España hasta la Segunda República.

El feminismo histórico debe contemplarse como un movimiento social plural y diverso que presenta características propias relacionadas con el contexto español de cada momento histórico y con la experiencia de mujeres muy diversas. Hay que comprender también el fenómeno del feminismo histórico como un proceso social de renegociación del contrato social de género y no solamente como un movimiento que persiga el enfrentamiento con el sistema patriarcal. Las demandas feministas fueron débiles, minoritarias  y muy moderadas durante el siglo XIX.

Hasta el Sexenio Democrático (1868-1874), el sufragio censitario que establecían las diversas constituciones liberales garantizaba el monopolio de la política a una minoría que nunca superó el 4 % de la población. Durante la Restauración el sistema se abrió algo más, pero dejó fuera a todas las fuerzas que cuestionaban el sistema político. Los niveles de fraude y corrupción política facilitaron el distanciamiento de muchos sectores sociales de la participación política, como por ejemplo los anarquistas. En este contexto, el feminismo no se planteaba reivindicaciones políticas, por eso mismo no prosperó el surgimiento de un feminismo de signo político liberal, como sí había ocurrido en Gran Bretaña o Estados Unidos. Sin embargo, el feminismo español emprendió otros caminos, actuando en los espacios en los que la presencia femenina era habitual, vinculándose, ya más tarde, en las postrimerías del siglo, a partidos o movimientos políticos de otras ideologías –anarquismo, Lliga Regionalista Catalana– o a personalidades aisladas –Emilia Pardo Bazán.

A principios del siglo XX se pone de relieve la variedad de modalidades del feminismo. Así, por ejemplo, el feminismo catalán se vertebra en torno a un discurso patriótico vinculado a Solidaridad Catalana. Acepta la política como patrimonio masculino y entiende el sufragio como algo propio de los hombres. Subrayan, eso sí, el papel de la mujer en la conformación de una identidad cultural catalana, por ello sus reclamaciones se dirigen a pedir un papel para la mujer en el mundo cultural y educativo. No obstante, a pesar de su carácter conservador, el feminismo catalán promovió los derechos sociales y culturales de las mujeres.

Parecida fue la postura de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), creada en 1918,  al adoptar un discurso nacionalista español en el que la mujer desempeña el papel de inculcadora, junto a la escuela, de los principios nacionales para lo que debe contar con todos los medios necesarios. Aunque pretendiese alejarse de los radicalismos políticos y mantenerse en el centro político, su programa tiene un cariz conservador. Poco antes, en 1912, se había creado en Madrid la Agrupación Femenina Socialista, vinculada al PSOE.

El surgimiento de estas asociaciones debe interpretarse como un síntoma de cambio social y de un intento de revisión del sistema patriarcal, que estaba muy enraizado. Y si bien sus demandas políticas y sufragistas tardarán en aparecer, su interés por la educación femenina y las reformas sociales eran una clara manifestación de lo dicho. A partir de los años veinte, el feminismo español incorpora las demandas políticas. El programa de la ANME planteó demandas relevantes: reforma del Código Civil, abolición de la prostitución, derecho a desempeñar profesiones liberales, igualdad salarial, ... La asociación no contó nunca con el apoyo de ningún partido político, hecho que pudo influir en que se convirtiese en partido político en 1934 con el nombre de Acción Política Feminista Independiente, perdurando como tal hasta 1936.

La promoción de la enseñanza femenina fue una de las prioridades de los movimientos feministas. Fuente: http://amberesrevista.com/la-mujer-y-el-voto-en-espana/

A finales de los años veinte y principios de los treinta los cambios políticos que estaban ocurriendo en el país impulsaron un feminismo político de índole liberal que demandaba el sufragismo, basado en el principio de la igualdad de hombre y mujeres. Mujeres como Clara Campoamor, Margarita Nelken o Victoria Kent asumieron este planteamiento. No obstante hay que señalar que incluso en los momentos del debate sufragista en las Cortes, el sufragismo era un movimiento muy reducido en la sociedad española, aunque contara con figuras tan excepcionales como las ya citadas.

Victoria Kent. Fuente: Victoria-Kent-wikimedia-commons


3. El logro del derecho al voto de la mujer en la IIª República.

La IIª República representó una ocasión única para realizar las propuestas democráticas que venían esbozando personalidades y grupos feministas. Importantes voces feministas participaron en la vida política republicana si bien a través de los distintos partidos: María Martínez y Matilde Huici con el PSOE; Elisa Soriano y Clara Campoamor con el Partido Radical Socialista; Carmen de Burgos con Izquierda Republicana, etc.

El primer paso para favorecer la inclusión de la mujer en la política con los mismos derechos que los hombres fue el Decreto del 8 de mayo de 1931 que declaraba elegibles a las mujeres en las próximas elecciones a Cortes constituyentes que se celebrarían el 28 de junio. En ellas fueron elegidas dos diputadas –Clara Campoamor (Partido Radical Socialista) y Victoria Kent (Izquierda Republicana) sobre un total de 465 diputados.

Clara Campoamor fue elegida ponente de la comisión constitucional encargada de elaborar una nueva Constitución y participó activamente en la elaboración de los artículos referidos a los derechos de la mujer. Así, el artículo 34 del proyecto establecía la equiparación de derechos electorales a todos los ciudadanos independientemente de su sexo siempre y cuando fueran mayores de 23 años.

Curiosamente, los diputados de derechas, que seguían viendo el papel de la mujer exclusivamente en el marco familiar, creyeron que el voto femenino pordría ser una oportunidad de variar los resultados electorales, ya que pensaban que las mujeres estaban muy influidas por la Iglesia y que votarían en mayor medida a las formaciones conservadoras. Paradójicamente, los grupos republicanos y de izquierdas pensaban lo mismo del voto femenino. Y si bien es cierto que esos pronósticos parecieron cumplirse en las elecciones de 1933, no lo hicieron en las de 1936 lo que demuestra que los resultados dependían más de las respectivas alianzas entre partidos que del sentido del voto femenino.



La dura batalla dada por Clara Campoamor, incluso contra Victoria Kent, partidaria de aplazar el derecho de voto femenino, logró que se aprobase el artículo referido al voto femenino con 161 votos a favor y 121 en contra. A favor votaron el PSOE –con alguna excepción–, la derecha y pequeños grupos republicanos –catalanes, progresistas… En contra se expresaron Acción Republicana, el Partido Socialista Radical –al que pertenecía Campoamor– y el Partido Radical. De este modo la Constitución del 1931 recogió, por primera vez en España, el derecho al voto femenino. Un logro breve puesto que tras la victoria de las fuerzas franquistas en la Guerra Civil (1936-1939) la mujer pasó de nuevo a un segundo plano social, político y económico, sometida además a los designios totalitarios del nacional-catolicismo.


Bibliografía.

De Vega, E. (1992). La mujer en la historia. Madrid: Anaya.

Domenech, A. (1985). El voto femenino. Cuadernos Historia 16, 163.

Durán, P. (2007). El voto femenino en España. Asamblea de Madrid.

Franco Rubio, G. A. (2004). The origins of Spanish women’s vote. Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, ti.- Contemporánea, t, 16. Recuperado a partir de https://www.ucm.es/data/cont/docs/995-2015-01-09-sufragismo.pdf

Nash, M. (1995). El feminismo. Cuadernos del Mundo Actual, 47.

Nash, M. (2005). El aprendizaje del feminismo histórico en España. Documento de la
Web: http://www. nodo50. org/mujeresred/historia-MaryNash1. html/Yahoo. es
. Recuperado a partir de http://www.xateba.es/images/PDF/Recursos/historiamary.pdf

Publicado inicialmente el 23 de abril de 2019

domingo, 15 de diciembre de 2024

La revuelta de 1911 en Carcaixent (Ribera Alta, Valencia)

Carcaixent es una localidad de la comarca de la Ribera Alta (Valencia). Su historia contemporánea aparece dominada por el auge del cultivo de la naranja –desde finales del siglo XIX– y su exportación hacia mercados europeos fundamentalmente –desde principios del siglo XX. La originalidad de este modelo de crecimiento se basó en que logró la modernización social sin ningún proceso de industrialización. Así que el impulso de la agricultura comercial favoreció la aparición  de una etapa de progreso y modernización social y económica muy significativa. No obstante, en esta etapa surgieron también síntomas de problemas socioeconómicos y políticos que denotaban la persistencia de coyunturas y reacciones populares más propias de las sociedades agrarias de siglos anteriores. Una de estas situaciones fue la revuelta de 1911, que afectó a casi toda la comarca.




El contexto: la crisis de la Restauración.


Para comprender estos hechos hemos de aludir al contexto de lo que estaba pasando en España en ese momento. El período histórico que nos ocupa se conoce como Restauración;  un régimen político regido bajo la forma de una monarquía liberal, pero no democrática, porque el sistema político adolecía de graves insuficiencias y dejaba de lado a importantes sectores. El tradicional bipartidismo que había caracterizado el régimen desde la implantación de la Constitución de 1876 comenzó a entrar en crisis a principios del siglo XX. La subida al trono de Alfonso XIII (1902) coincidió con el debilitamiento de los dos grandes partidos dinásticos: conservadores  –liderados por Antonio Maura– y liberales –liderados por José Canalejas. Además de estos grandes partidos, comenzaban a crecer otras fuerzas políticas: republicanos y nacionalistas catalanes y vascos. Paralelamente, el movimiento obrero también crecía y creaba sus propias organizaciones –el anarquismo creó la CNT en 1910, mientras la UGT, creada en 1888, se expandía, sobre todo en Madrid y en las industrializadas Asturias y País Vasco.

Guerra de Marruecos. Fuente: Sociedad Geográfica Española


El segundo problema, más secundario, era el descontento social por los elevados impuestos que gravaban a las clases populares, especialmente el de consumos, que elevaba el precio de los productos básicos. Igualmente, debemos señalar también las transformaciones sociales y económicas que significaron la implantación de una agricultura comercial. El papel de la burguesía terrateniente y comercial se vio reforzado por las transformaciones señaladas, mientras que las clases populares se vieron afectadas por un doble proceso:  el de la proletarización de la mano de obra –jornaleros sin tierra y desprotegidos económicamente– y el acceso más o menos amplio a la pequeña propiedad. Por último, la mala cosecha de arroz de ese año (1911) agudizó los problemas económicos de los sectores populares.

Diario republicano EL PUEBLO, 20/09/1911. Fuente: Biblioteca Digital Valenciana

La revuelta.


Los hechos que vamos a analizar se produjeron entre el 16 y el 21 de septiembre de 1911. A principios de ese mes se celebró el primer congreso de la CNT en Madrid. A él acudió un representante de Cullera que, al volver, anunció la convocatoria  de una huelga general para el lunes 18 de ese mismo mes. La convocatoria tuvo un cierto éxito en Cullera. Al llegar la noticia a Sueca, cabecera del partido judicial, el juez del partido, acompañado de un pequeño grupo de funcionarios y civiles, se dirigió por su cuenta a Cullera para atajar el conflicto. La actuación del juez, temeraria y sin apoyo de la Guardia Civil ni de los Carabineros, provocó un altercado mayor que tuvo como consecuencias la muerte del juez y de otros tres funcionarios.

Los alborotadores se dispersaron por la comarca, contribuyendo a extender el conflicto por casi toda ella. Algunos  llegaron a Carcaixent y el mismo día 18, ya de noche, -según cuenta Fogués en su Historia de Carcagente-. Ya de noche salió un grupo de sindicalistas desde el Casino Republicano, lanzando gritos contra la guerra y dirigiéndose hacia la estación de ferrocarril, donde impidieron a un grupo de soldados proseguir el viaje para incorporarse a filas. El siguiente paso fue declarar la huelga general en el pueblo para el día siguiente, convocatoria que fue exitosa.


En la mañana del día 19 algunos grupos se dirigieron a las dos estaciones ferroviarias, donde inutilizaron las vías y cortaron el telégrafo y el teléfono, deteniendo todo el tráfico por tren. Desde allí se dirigieron a la oficina de consumos, asaltando el edificio y haciendo en la calle una pira con muebles y documentos. Después asaltaron el edificio del Sindicato de Labradores, repitiendo la operación. Su siguiente objetivo fue el Ayuntamiento; allí  incendiaron algunas dependencias, entre ellas el Archivo Municipal. Las acciones violentas continuaron por la tarde.

El conflicto se transformó en un pequeño enfrentamiento civil al armarse miembros del Partido Jaimista (carlistas) para defender los edificios religiosos si eran atacados. Estos también se encargaron de avisar al Capitán General de lo que ocurría en Carcaixent.  Al día siguiente, la llegada de fuerzas de la Guardia Civil y de una compañía del Ejército puso fin a estas actuaciones violentas.

Tropas del Ejército en la calle. Fuente: https://www.diarilaveu.com/ 

En diciembre del mismo año se celebró en Carcaixent un Consejo de Guerra -ya que a los revoltosos se les aplicó la legislación militar- en el que resultaron condenadas a penas de prisión 38 personas, entre ellas dos mujeres.

Mundo Gráfico. Fuente: http://rojoynegro.info/ 

Conclusiones


La contradicción que representa el hecho de que en una etapa de crecimiento económico y de progreso urbano se produjeran esta revuelta muestra cuatro cosas:

  • La primera es que ese proceso de crecimiento estaba generando a su vez una creciente desigualdad entre los distintos grupos sociales y que, mientras los beneficios de las empresas aumentaban, los salarios se estancaban o crecían poco. 

  • La segunda es que la oposición popular a la guerra colonial en Marruecos no se podía canalizar por medios electorales o políticos por las trabas e insuficiencias del sistema restauracionista. Por ello, en ocasiones, esas posiciones se manifestaban a través de revueltas. 

  • La tercera es que, pese a la modernización económica, urbanística, social e incluso cultural, nuestra sociedad continuaba padeciendo momentáneas situaciones de crisis provocadas por la elevación de precios de los alimentos, a su vez consecuencia de las malas cosechas (en este caso del arroz), crisis más propias de las sociedades agrarias tradicionales.

  • La cuarta es que se trató de un fenómeno con una fuerte carga de espontaneidad; la debilidad de las organizaciones obreras, especialmente de la CNT, de quien partió la iniciativa de la huelga general, impedía que se tratase de una revuelta bien definida y con unos objetivos claros.

Así pues, aunque la mecha fue la convocatoria de la huelga, el malestar social acumulado por las levas para la guerra de Marruecos, la mala cosecha de arroz y los elevados precios de los productos básicos –gravados además con altos impuestos– fueron la pólvora que hizo estallar el conflicto. Un conflicto espontáneo típico de modelos sociales más antiguos que mostraba simplemente una situación de ira y malestar ante situaciones concretas, pero que no implicaba iniciativas políticas ni actuaciones a largo plazo. No obstante, estos acontecimientos influyeron en el final del gobierno de José Canalejas (P. Liberal), precipitado por su asesinato en 1912 a manos de un anarquista.

Bibliografía.


Cerdà, M. (1981) Els moviments socials al País Valencià. Valencia: Alfons el Magnànim.

Fogués, F. (2000). Historia de Carcagente (trabajo original publicado en 1934-36). Carcaixent: M.I.Ajuntament. 


sábado, 14 de diciembre de 2024

Amadeo I: la monarquía imposible.


La caída de Isabel II y de la dinastía borbónica. 

Los escándalos del período final del reinado de Isabel II habían acabado provocando el desprestigio absoluto de la monarquía y el auge de los republicanos. La caída de la reina fue consecuencia de la Revolución de 1868, conocida como la Gloriosa. Isabel se refugió en Francia, donde recibió la protección de Napoleón III y de Eugenia de Montijo. En 1870 abdicó en su hijo, el futuro Alfonso XII.

Isabel II. Fuente: Wikipedia.

El período final del reinado de Isabel II, caracterizado por la progresiva deslegitimación tanto del sistema político como de la misma Corona, se inició con la caída de O’Donnell en 1863. Los gobiernos, siempre moderados, tenían cada vez menos apoyos y los problemas se acrecentaban en todas las áreas. Paralelamente, los escándalos amorosos de la reina y de su cónyuge, Francisco de Asís, erosionaban el prestigio de la monarquía isabelina. El aumento de la represión fue la única respuesta al descontento, lo que mostraba, por otra parte, la incapacidad de los gobiernos y de la misma Corona para afrontar el deterioro generalizado del régimen. 

El alineamiento permanente de la reina con los moderados y con un régimen político elitista, así como su incapacidad para promover una apertura política más democratizadora y adaptada a los cambios sociales y económicos que estaban produciéndose, acabaron significando el fin de su reinado y de la dinastía borbónica en España, aunque fuese provisionalmente. 

La cerrazón moderada provocó que los partidos progresista y demócrata optasen por la vía insurreccional para lograr un cambio político. Desde 1866 se suceden los intentos de pronunciamientos. La firma del Pacto de Ostende (1866) aportó una cobertura política a esos intentos y marcó un nuevo objetivo político que iba más allá del simple cambio de gobierno: el destronamiento de la reina. 



La Gloriosa Revolución (1868).


El desencadenante fue el pronunciamiento de la Armada en Cádiz el 18 de septiembre de 1868. El movimiento militar logró también un amplio apoyo civil ya que fue respaldado por demócratas y progresistas. Su coincidencia con una crisis de subsistencias lo convirtió en un proceso revolucionario en toda regla. Tras el triunfo de la revolución, Isabel II fue destronada y se inició un período de constantes cambios políticos que, por su duración, ha sido conocido como Sexenio Revolucionario o Sexenio Democrático (1868-1874).

A principios de octubre de 1868 se formó un gobierno provisional presidido por el general Serrano que convocó elecciones municipales para diciembre. En enero de 1869 se celebraron elecciones generales a Cortes constituyentes, en las que progresistas y la Unión Liberal (un partido que puede considerarse de centro) obtuvieron la mayoría, aunque los republicanos también lograron buenos resultados (85 diputados). 

Estas Cortes elaboraron la Constitución de 1869, de carácter progresista, aunque seguía manteniendo la monarquía como forma de Estado. En ella la monarquía dependía de la soberanía nacional, de la que emanaban todos los poderes del Estado. Ello suscitaba el problema de buscar un nuevo rey. Este debía de ser un monarca constitucional, sujeto a la soberanía nacional y alejado de la tendencia a inmiscuirse en el juego político tan típica del reinado de Isabel II. Se pretendía establecer, en definitiva, un modelo moderno de monarquía parlamentaria. 

Mientras se buscaba un nuevo rey, se creó una regencia que ejerció Serrano, mientras que Prim dirigiría el gobierno. El nuevo poder ejecutivo se tuvo que enfrentar a graves problemas: 

  • Una guerra colonial en Cuba, iniciada en 1868. 
  • La oposición de los carlistas y los alfonsinos (partidarios de restaurar la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XII). Los carlistas iniciaron una nueva guerra, la tercera, en 1872. 
  • El permanente asedio de los republicanos, que no aceptaban la monarquía. 
  • El descontento de los sectores populares, defraudados ante la falta de una respuesta gubernamental a sus problemas 

 
Carga de la caballería gubernamental contra las tropas carlistas en la acción de Piedrabuena. Fuente: Wikipedia

La búsqueda de un nuevo rey. 


Encontrar un rey o reina que sustituyera a los Borbones era una operación compleja en la que influían tanto cuestiones nacionales como internacionales. Llegó a haber cinco candidatos que fueron rechazados por diversas cuestiones. Este rechazo abrió las puertas a la candidatura de Amadeo de Saboya, segundo hijo del rey de Italia Víctor Manuel II. 

La propuesta de Amadeo de Saboya se planteó en el verano de 1870 en un contexto agitado. A las divisiones internas surgidas entre los monárquicos por los apoyos a diversos candidatos se sumaron las internacionales, pues cada país quería “colocar” a su candidato. En un primer momento, el gobierno anunció la candidatura de Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, príncipe prusiano, a la que se opuso Napoleón III, que temía verse rodeado por una dinastía enemiga de Francia. El gobernante francés también se opuso a la candidatura de Antonio de Orleans, duque de Montpensier. Este candidato tampoco estaba bien visto por algunos partidos españoles por su relación familiar con los Borbones (era cuñado de Isabel II).  

Descartados estos candidatos, las preferencias del gobierno se centraron en Amadeo de Saboya, apoyado intensamente por Prim. Amadeo fue elegido rey en una votación de las Cortes el 16 de noviembre de 1870, con 191 votos a favor, 60 para la república federal, 27 para Montpensier, 8 para Espartero y otros 25 a otros candidatos o en blanco. La pronta muerte de Prim, asesinado el 27 de diciembre de 1870, privó al nuevo rey de su principal valedor. Aun así, Amadeo juró la constitución ante las Cortes a principios de enero de 1871. 



Retrato de Amadeo I. Vicente Palmaroli (1872). Museo del Prado.

El reinado de Amadeo I. 


Amadeo I confió a Serrano el encargo de formar el primero de sus gobiernos. Pero la división del progresismo entre los radicales (Ruiz Zorrilla) y los constitucionales (Sagasta)  hizo imposible el empeño de un gobierno conjunto. Sagasta, uno de los pilares del juego político, era partidario de dar un sesgo conservador a la nueva monarquía, temeroso de los aires revolucionarios que se extendían por Europa de la mano de la Comuna parisina (1871) y de la I Internacional (creada en 1864). Por el contrario, Ruiz Zorrilla era partidario de medidas más progresistas. 

Encargó después el gobierno a Ruiz Zorrilla, que logró mejorar la imagen del rey pero acabó dimitiendo a los pocos meses, volviendo Sagasta a dirigir el gobierno y convocando elecciones. A pesar de utilizar los típicos mecanismos de fraude electoral, no pudo evitar que las distintas oposiciones al régimen sacasen 150 diputados, suficientes para hacer caer al gobierno. 

Tras ello, el rey volvió a llamar a Serrano para que formase gobierno, apoyado por los unionistas. Pero algunas de sus actuaciones –entre ellas el convenio de Amorebieta (1972) por el que indultaba a los carlistas sublevados– provocaron la indignación de los militares y de los radicales. Serrano pidió al monarca que suspendiese las garantías constitucionales, a lo que este se negó, como respuesta Serrano dimitió y el rey volvió a recurrir a Ruiz Zorrilla para que formase el que sería el último de sus gobiernos. Poco antes, en el verano de 1872, el monarca había sufrido un atentado fallido. 

El proyecto para abolir la esclavitud en Puerto Rico, presentado el 24 de diciembre de 1872, suscitó a principios de 1873 una oscura alianza entre grupos de intereses coloniales y el resto de enemigos  del régimen. Meses después, un conflicto interno en el Ejército desencadenó la dimisión de Amadeo I.

Paralelamente a los problemas políticos mencionados, durante su reinado se produjeron dos guerras civiles: la tercera guerra carlista y la guerra de Cuba. Esta estalló en 1868 y se alargó durante diez años, hasta 1978. En ella, los miembros del “partido español” -enemigo de cualquier reforma del sistema económico antillano–, también se constituyeron en un frente opositor al régimen del nuevo rey. Por su parte, la tercera guerra carlista se inició en 1872 y se desarrolló principalmente en el País Vasco, Navarra y Cataluña. Concluiría en 1876. 

Conclusiones.


El reinado de Amadeo I (1870-1873) fue un período convulso. A las luchas políticas, incluso entre los que teóricamente le apoyaban, se les sumaron dos guerras coincidentes cronológicamente. Además, Amadeo I nunca pudo ganarse la confianza del pueblo ni de lo que podemos denominar poderes fácticos –Iglesia, Ejército, gran parte de la aristocracia, propietarios coloniales–, que no ocultaban sus simpatías borbónicas. 

Desprovisto de los vicios del reinado de Isabel II, pudo haber representado la posibilidad de una monarquía parlamentaria moderna y democrática. Una posibilidad que el cortoplacismo y el personalismo de los partidos que le apoyaban y la clara oposición de los poderes antes mencionados hizo imposible. Su fracaso abrió la puerta a la Iª República, otro período convulso. 

Bibliografía.


Amadeo I de Saboya (2016). Recuperado de Historia de España. https://historiaespana.es/biografia/amadeo-i-saboya. 

Fontana, J. (2007). La época del liberalismo. Historia de España (Vol. 6). Barcelona: Marcial Pons/Crítica. 

Íñigo Fernández, L. E. (2010). Breve Historia de España II. El camino hacia la modernidad. Madrid: Nowtilus.

Martorell, M., & Juliá, S. (2012). Manual de historia política y social de España (1808-2011). Barcelona: RBA Libros. 

Seco, C. (2018) Amadeo I de Saboya. Recuperado de http://dbe.rah.es/biografias/7097/amadeo-i-de-saboya 

Van der Brule, A. (2020) la historia del rey Amadeo de Saboya: el gran olvidado que se dio a la fuga. El Confidencial. Recuperado de: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2020-03-28/amadeo-de-saboya-juan-prim-historia-espana_2521484/

Las elecciones celebradas durante la Segunda República

El régimen político de la Segunda República española (1931-1939) significó la ruptura con la preponderancia secular del conservadurismo soci...