Boris Yeltsin se dirige a la multitud el 19 de agosto de 1991
durante el intento de golpe de estado
Fuente: EL PAÍS
Hace ahora veinte años que se desintegró la URSS y desapareció el principal régimen comunista en el mundo. Este hecho cambió la historia. Supuso la desaparición de lo que se conoce como Guerra Fría y la crisis final del comunismo estalinista, pero también representó la aparición de un nuevo período histórico caracterizado por la expansión del capitalismo y la globalización económica.
Es cierto que ello permitió la implantación de regímenes democráticos en los antiguos países del Pacto de Varsovia, en las antiguas ex-repúblicas soviéticas ahora independientes y en la misma Rusia pero el proceso de transición se hizo de una forma traumática y permitió la consolidación en el poder de casi los mismos grupos socioeconómicos que antes dominaban sus respectivos países; las pequeñas ventajas socioeconómicas que gozaba la población desaparecieron de golpe y se implantó lo que algunos historiadores han llamado un "capitalismo salvaje". Por esta causa aún un importante porcentaje de la población rusa añora los tiempos comunistas.
La desaparición del comunismo tuvo también consecuencias para la Europa occidental. Desapareció la amenaza de guerra nuclear y se pudieron bajar las enormes inversiones en armamento pero ello significó también, para el capitalismo, la ausencia de cualquier amenaza política e ideológica. Se podía, así, comenzar a destruir aquellos elementos construidos para atajar en Europa cualquier amenaza de revolución social o política; nos referimos al Estado de Bienestar. Estamos asistiendo, todavía hoy, a un ataque a este modelo social; es lento pero efectivo y se inició con la caída del comunismo. Es una de sus consecuencias, como la globalización.
Aquellos años, entre 1985 y 1991, fueron convulsos. El siguiente eje cronológico puede ayudar a ordenar los acontecimientos:
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