La entrada se ha publicado anteriormente en mi nuevo blog Sobre Historia: https://sobrehistoria.es/
Periódicamente aparecen en las
noticias imágenes terribles de niños o adultos muriéndose de hambre en
África. Estos días las hemos podido ver de nuevo anunciando una nueva crisis humanitaria provocada por el hambre, dicen que la peor desde 1945. Las hambrunas, en el continente
africano, son, desgraciadamente, un tema recurrente. En realidad podemos
afirmar que siempre están ahí, latentes hasta que se intensifican y se
convierten en noticia para los medios informativos. Se trata de un
problema estructural en algunas regiones del continentes que, no
obstante, podría solucionarse si existiese una intención clara de
hacerlo.
La insuficiencia alimentaria no surge
por la ausencia de alimentos sino por su mala o imposible distribución y
porque estos se han convertido también en objetivo de los movimientos
especulativos de los grandes fondos de inversión que buscan
exclusivamente el beneficio económico inmediato, lo que ha provocado un
constante aumento del precio de los alimentos.
Las causas de las crisis humanitarias
provocadas por la falta de alimentos son varias. La primera causa del
hambre es la pobreza extrema. En los países afectados por las hambrunas
el 60 % de la población es pobre, y de ellos aproximadamente la mitad
padece pobreza extrema. Los condicionantes naturales suelen no ser
favorables -sequías, inundaciones, agricultura de subsistencia- pero no
son la principal causa, en ocasiones ni siquiera pueden considerarse tal
cosa -Sudán del Sur en un país fértil-. Es la intervención humana la
que provoca la tragedia. En este caso son los conflictos bélicos los
desencadenantes pero llueve sobre mojado. Mientras que en los últimos
años se ha logrado un importante avance en el control de enfermedades
endémicas del continente; el número de afectados por el VIH, la malaria o
la tuberculosis se ha reducido una media del 35 %, la desnutrición
solamente ha bajado un 1 %.
En estos momentos convergen cuatro
grandes crisis alimentarias: Sudán del Sur, Yemen, Somalia y Nigeria.
Entre las cuatro suman más de 20 millones de afectados. Las cuatro
comparten algunos elementos comunes: una sequía prolongada consecuencia
del fenómeno meteorológico conocido como El Niño, que afecta normalmente
a la zona del Sahel y al sureste del continente, la existencia de
conflictos bélicos que provocan gran número de desplazados y
desestructuran las sociedades, la incapacidad de los Estados –casi todos
fallidos– para ayudar a sus poblaciones y las dificultades de los
organismos internacionales y de las ONG para establecer misiones de
ayuda.
Ya hemos mencionado el papel del Niño
entre las causas de las actuales hambrunas. Cuando este fenómeno aparece
las lluvias sobre las zonas tropicales del África austral disminuyen
notablemente. Ello incide más negativamente sobre el Sahel, cuyo proceso
de desertización es evidente desde hace décadas; esta transformación
ocurre no solamente por la reducción de la precipitación sino también
por su aleatoriedad, lo que dificulta la seguridad de los cultivos y
acentúa la precariedad de las poblaciones.
Un análisis más pormenorizado de cada
una de las zonas donde se están produciendo las crisis humanitarias nos
permite comprender mejor las distintas casuísticas.
En Nigeria, el área afectada por la
hambruna es el noreste del país. Esta es la región donde Boko Haram
–grupo yihadista aparecido en el contexto del auge del extremismo
islamista en el Sahel– actúa más frecuentemente y donde tienen lugar los
principales enfrentamientos con las tropas gubernamentales. Ello
provoca la destrucción de aldeas y cosechas, los desplazamientos de
poblaciones empobrecidas y la aparición del hambre. El conflicto, además
se ha internacionalizado, afectado a Níger, Chad y Camerún; en estas
zonas se calcula que el hambre azota a unos 7 millones de personas de
los cuales unos 3 millones son desplazados.
El joven país de Sudán del Sur es otro
de los afectados por la crisis alimentaria, muy grave en algunas
regiones. En este caso la causa principal de la hambruna es la guerra
civil desencadenada en el país y que enfrenta a las fuerzas leales al
presidente Salva Kiir con las del vicepresidente Riek Machar desde hace
tres años; el enfrentamiento ha generado un gran número de desplazados y
constituye también un ejemplo de la utilización del hambre como arma de
guerra al impedir el acceso de ayuda a determinadas áreas. También la
sequía ha contribuido a agravar el problema, siendo el resultado de todo
ello la tremenda elevación del precio de los alimentos (un 800 %) y su
escasez. En Sudán del Sur se calcula que pueden estar afectadas por el
hambre unos siete millones de personas.
Desde principios de 2017 hay declarada
una alerta por hambre en Somalia. La situación comienza a parecerse a
la crisis humanitaria que padeció el país en 2011; la extraordinaria
sequía del año pasado, que debía de haber sido húmedo, ha empujado a
huir a la población civil que ha perdido su ganado y sus escasas
cosechas. La situación política es además compleja; Somalia es un estado
fallido sumido en una interminable guerra civil y donde el yihadismo
islamista es una fuerza importante. La población no puede esperar nada
de sus autoridades. Aquí la hambruna afecta a unos 5 millones de
personas.
Yemen vive una crisis que tiene su origen en el mismo momento de su creación como Estado (ver entrada: Yemen, la guerra silenciada) y
que se prolonga desde entonces. Una guerra civil convertida en un
conflicto internacional ha destruido gran parte del país -ciudades,
infraestructuras, cosechas,…-, creando una grave crisis humanitaria en
la que unos 20 millones de personas necesitan ayuda alimentaria para
poder sobrevivir, especialmente la población infantil. El cerco marítimo
y aéreo a que está sometido el país impide la llegada fluida de ayuda y
la presencia de grupos del Estado islámico dificulta la actuación de
las organizaciones humanitarias que pueden distribuir ayuda.
La hambruna en África constituye una
verdadera crisis humanitaria. Es un problema, añadido a otros muchos,
que ensombrece el porvenir del continente e impide un desarrollo
sostenido. Nos enfrentamos a situaciones que se han convertido en un
círculo vicioso de difícil solución. Las organizaciones humanitarias de
las Naciones Unidas y las ONG puede paliar el problema pero para
resolverlo hay que acabar con los conflictos armados, desarrollar
estructuras políticas estables y promover una actuación decidida de la
comunidad internacional en favor del desarrollo económico de estos
países. Si no se actúa, rostros de niños famélicos e imágenes de adultos
convertidos en despojos humanos volverán a llamar a la puerta de
nuestra conciencia en un futuro no muy lejano.
BIBLIOGRAFÍA.
Abdallah Noor, R. (2014). El hambre oculta de África. EL PAIS. Retrieved from http://elpais.com/elpais/2014/09/04/planeta_futuro/1409847468_107365.html
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martes, 14 de marzo de 2017
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