La Segunda Revolución Industrial

Introducción.
La historia de la economía capitalista contemporánea se ha caracterizado por la aparición de períodos en los que se produjeron cambios profundos en algunos factores —innovación tecnológica, crecimiento, cambio de sectores punteros, …— que acabaron provocando una aceleración económica. Estas etapas, que han acontecido desde el siglo XVIII, han sido calificadas como revoluciones industriales, no tanto por la rapidez con que han ocurrido dichos cambios como por la relevancia de estos. Los historiadores hablan de cuatro revoluciones entre 1765 y los inicios del siglo XXI. Nosotros vamos a analizar la segunda.

La Segunda Revolución Industrial representó un periodo de cambios radicales que se extendió entre 1870 y 1914. Esta etapa se caracterizó por un crecimiento económico acelerado y una expansión significativa de la industrialización.
Las características fundamentales de la etapa pueden resumirse de la siguiente manera: innovaciones tecnológicas disruptivas, cambios organizativos en las empresas y los mercados, la aparición de la primera globalización, la introducción de nuevas fuentes de energía —como el gas, el petróleo y la electricidad—, además del desarrollo de nuevos materiales, como el acero, y avances significativos en los sistemas de transporte y comunicación.
También se ha calificado a esta etapa como la «primera globalización». El término «primera globalización» subraya la creciente interconexión económica que fomentaron los avances en los transportes y las comunicaciones, que impusieron una mayor integración a nivel mundial. No obstante, la mayor competencia en el mercado mundial y la pérdida de la supremacía industrial británica por la expansión de nuevas potencias industriales —Japón, Alemania, Estados Unidos— generó una lucha por la conquista de los mercados coloniales: fenómeno conocido como imperialismo. Así pues, globalización e imperialismo fueron unidos en esta etapa.

Mientras que la Primera Revolución Industrial se basó fundamentalmente en el carbón, la energía de vapor, el hierro y la industria textil, la Segunda se caracterizó por el impulso de la electricidad, el acero, los ferrocarriles y el petróleo. La transformación de las industrias punteras y las nuevas fuentes de energía más la enorme ampliación de los mercados gracias al imperialismo delinean claramente la Segunda Revolución Industrial como una nueva etapa de expansión económica.
Los avances tecnológicos
Uno de los cambios fundamentales que definieron la Segunda Revolución Industrial fue el desarrollo y la adopción de nuevas fuentes de energía: la electricidad y el petróleo. La electricidad encontró aplicaciones tanto en la producción industrial como en el alumbrado público y residencial, lo que revolucionó la vida cotidiana. Paralelamente, el descubrimiento y la explotación masiva del petróleo impulsaron el desarrollo de la industria petroquímica y fomentaron el uso de combustibles fósiles en la maquinaria industrial y el transporte. El surgimiento de estas dos fuentes de energía representó una desviación significativa de la dependencia del carbón que había caracterizado la Primera Revolución Industrial.
Otro pilar tecnológico de la Segunda Revolución Industrial fue el avance en la producción y el uso del acero. La introducción de nuevos métodos de producción, como el proceso Bessemer, permitió la fabricación de acero de manera más rápida y eficiente, lo que resultó crucial para la construcción y la fabricación de maquinaria. El acero se convirtió en el metal estrella de la época, reemplazando al hierro debido a su menor costo y mayor versatilidad. Además del acero, se descubrieron y utilizaron nuevos materiales como el aluminio, el zinc, el níquel, el manganeso y el cromo. La invención del cemento Portland también fue significativa porque permitió construir edificos más grandes y acelerar la urbanización. La disponibilidad generalizada de acero asequible y de alta calidad fue una piedra angular de la Segunda Revolución Industrial.

La explotación del petróleo condujo a la obtención de gasolina, un combustible esencial para el funcionamiento de los motores de combustión interna, lo que hizo posible la invención del automóvil y el avión. Así, Karl Benz desarrolló el primer automóvil propulsado por gasolina en 1886, y Henry Ford lo perfeccionó mediante la producción en masa. La invención del avión se produjo algo más tarde, a principios del siglo XX.
El desarrollo de las telecomunicaciones también fue fundamental. El telégrafo, aunque inventado tiempo atrás, se extendió ampliamente, facilitando la comunicación a larga distancia. El teléfono fue patentado por Alexander Graham Bell en 1876, expandiéndose con rapidez. La verificación de la existencia de ondas electromagnéticas por Heinrich Hertz permitió la invención del telégrafo inalámbrico y el desarrollo de la radio por Marconi a principios del siglo XX. Estos avances en las telecomunicaciones redujeron drásticamente los tiempos y la velocidad de la comunicación, factor que desempeñó un papel crucial en la creciente interconexión del mundo.
Más allá de las grandes industrias, en este periodo se produjo una multitud de inventos que impactaron significativamente sobre la vida cotidiana, el entretenimiento y otros sectores. Estas innovaciones contribuyeron a una mayor productividad, a crear nuevas formas de ocio y a una mejora general en la calidad de vida para muchas personas. Entre estos inventos podemos citar: la bombilla eléctrica (1879), que revolucionó la vida urbana y permitió extender las horas de trabajo, el fonógrafo (1877) hizo posible la grabación y reproducción de sonido, el cinematógrafo (1895) marcó el inicio de la industria del cine, la dinamita (1867) y el TNT se desarrollaron como explosivos potentes, la bicicleta (1880), la máquina de escribir (1867), etc.

Nuevas industrias y fuentes de energía.
La industria siderúrgica experimentó una transformación significativa durante la Segunda Revolución Industrial. La mejora en los métodos de producción de acero lo hizo más económico y accesible, convirtiéndose en un material esencial para la construcción de vías férreas, tranvías, barcos y grandes edificaciones.
La industria química emergió como un sector nuevo y dinámico durante este periodo. Se crearon nuevos productos químicos, como la dinamita y el TNT, que tuvieron aplicaciones significativas en la minería y la construcción. Además, se produjeron avances en la fabricación de fertilizantes, medicamentos y tintes, lo que demuestra la diversidad y el impacto social y económico del sector.

Además de estas industrias principales, otros sectores también experimentaron una expansión significativa. La industria de las telecomunicaciones creció con el uso generalizado del telégrafo y la invención de la radio y el teléfono.
Las mejoras en la extracción de petróleo lo convirtieron en una de las principales fuentes de energía durante la Segunda Revolución Industrial. Se utilizaba para la iluminación con lámparas de queroseno y como combustible (gasolina) para los motores de combustión interna de aviones y automóviles. La creciente importancia del petróleo dio origen a empresas como Standard Oil en 1870, una de las primeras multinacionales con tendencias monopolistas. El auge de la industria del petróleo marcó el inicio de la era de los combustibles fósiles, proporcionando una fuente de energía crucial para el transporte y la industria.
La disponibilidad de nuevos materiales y el desarrollo del motor de combustión interna impulsado por gasolina permitieron fabricar los primeros automóviles y aviones, dando origen a las industrias automovilísticas y de aviación. Las técnicas de producción en masa implementadas por Henry Ford tuvieron un impacto significativo en la industria automotriz, haciendo que los automóviles fueran más accesibles al público. Estas industrias emergieron como sectores completamente nuevos, transformando el transporte y creando nuevas oportunidades económicas. Las técnicas de producción en masa revolucionaron los procesos de fabricación e hicieron que los bienes fueran más baratos

La generación de energía eléctrica a gran escala encontró aplicaciones en la iluminación de ciudades y hogares, así como en la difusión de la radio, el teléfono y los tranvías eléctricos. La invención de la dinamo y el transformador hizo posible el uso masivo de la electricidad. La industria eléctrica revolucionó la vida urbana, impulsó nuevas formas de transporte y comunicación, y proporcionó una fuente de energía nueva y versátil para fábricas y hogares, con un impacto transformador en múltiples sectores.

Las transformaciones sociales.
La Segunda Revolución Industrial generó cambios sociales significativos, que se manifestaron especialmente en el crecimiento de las ciudades y en las migraciones desde el campo a las urbes. La industrialización creó empleos en las ciudades, atrayendo a trabajadores de las áreas rurales en busca de mejores oportunidades. Por primera vez, más personas vivían en ciudades que en las áreas rurales.
Para aumentar la producción y los beneficios, surgieron nuevos sistemas de producción en las fábricas, como el taylorismo (gestión científica del trabajo) o el fordismo (producción en cadena). El taylorismo tenía como objetivo mecanizar el trabajo de los obreros y aumentar su productividad. Ford implementó la cadena de montaje en su fábrica de automóviles, reduciendo significativamente el tiempo y los costos de ensamblaje. La introducción del taylorismo y el fordismo marcó un cambio significativo en la organización del trabajo, enfatizando la eficiencia y la producción en masa. Si bien estos sistemas condujeron a un aumento de la producción, también tuvieron implicaciones para la naturaleza del trabajo y las habilidades requeridas de los trabajadores.
El auge de las fábricas condujo al desarrollo de una clase obrera que a menudo estaba sujeta a malas condiciones laborales, largas jornadas y bajos salarios. Los trabajadores comenzaron a organizarse para exigir mejores derechos y salarios. En este contexto surgieron ideologías de izquierda como el socialismo, el anarquismo y el comunismo. Estas ideologías desafiaron al sistema capitalista.
Los principales problemas sociales tuvieron que ver con la explotación laboral —condiciones inhumanas en las fábricas, uso frecuente del trabajo infantil, creciente contaminación y daño ambiental, hacinamiento y malas condiciones sanitarias que provocaron la propagación de enfermedades en las ciudades, etc. En suma, la situación social y laboral de los trabajadores apenas mejoró.

La revolución industrial también creó nuevas oportunidades de movilidad social, permitiendo que muchas familias de clase media mejoraran su situación económica. La clase media se convirtió en una fuerza cada vez más importante en la sociedad lo que sugiere un cambio en la estructura social más complejo que una simple división entre burguesía y proletariado. A pesar de ello, las enormes diferencias sociales siguieron siendo habituales.
Nueva organización empresarial.
La aparición de nuevas potencias industriales incrementó la competencia. Las empresas necesitaron aumentar su tamaño y eso lo hicieron de tres maneras: se generalizaron las sociedades anónimas, se produjeron procesos de concentración y aumentaron las inversiones del capital bancario en la industria.
Las pequeñas industrias no disponían del suficiente capital para invertir en innovaciones técnicas y abrir nuevos mercados. Por ello se convirtieron en sociedades anónimas —una Sociedad Anónima (S.A.) es un tipo de sociedad empresarial donde el capital social está dividido en acciones, y los socios son accionistas con derechos que son proporcionales a las acciones que poseen—. Estas acciones pueden ser compradas o vendidas libremente, normalmente en la Bolsa, lo que les posibilitaba poder captar nuevos capitales mediante la venta de acciones.
La segunda manera de aumentar tamaño fue la concentración empresarial. El crecimiento empresarial fue muy importante entre 1870 y 1914, especialmente en Alemania, Estados Unidos y Japón. Esta concentración se realizó mediante dos fórmulas:
- Una concentración horizontal (fusión de empresas de una misma actividad económica)
- Una concentración vertical (fusión de empresas complementarias en un mismo proceso productivo
Las diferentes formas de concentración (cártel, trust, zaibatsu, holding, etc.) fueron intentos de las grandes empresas por imponer prácticas monopolísticas para el control de los precios y de los mercados, restringiendo la competencia. Estos intentos supusieron una grave amenaza para los principios del liberalismo económico.

Por último, el capital bancario se orientó a las inversiones en industrias, uniendo el capital industrial y el capital bancario, y dando paso al capitalismo financiero.
Integración de los mercados y desarrollo del comercio internacional.
El desarrollo del sistema bancario y de las instituciones financieras facilitó los movimientos de capitales y las inversiones a escala mundial. Las exportaciones de capital procedieron de Europa occidental, principalmente del Reino Unido, pero también de Alemania y Francia. Y se dirigieron a zonas con buenas perspectivas de crecimiento: América, Rusia y los imperios coloniales.
Entre 1874 y 1914, el comercio internacional experimentó un fuerte incremento a pesar de que la mayor parte de las potencias económicas adoptaron políticas proteccionistas para proteger sus industrias. Ejemplos de esta expansión fueron la construcción de los canales de Suez (1859-1969) y Panamá (1904-1914)
Entre los factores que favorecieron el desarrollo comercial destacan:
- El descenso del precio de los productos, lo que favoreció el aumento de consumidores.
- La revolución de los transportes, que amplió las rutas comerciales y abarató el precio del transporte.
- El desarrollo de un sistema monetario internacional basado en la aceptación del patrón oro (convertibilidad de las monedas nacionales en oro por un valor fijo respaldado por los bancos centrales).

Europa dominó los intercambios comerciales internacionales, exportaba productos manufacturados e importaba materias primas y alimentos.
Consecuencias de la Segunda Revolución Industrial.
La Segunda Revolución Industrial transformó la estructura de la sociedad global, sentando las bases del mundo que conocemos hoy. Los cambios tecnológicos, económicos y sociales de este periodo tuvieron un impacto profundo y duradero, moldeando la forma en que se vive, se trabaja y se interactúa en el mundo actual. Muchas de las tecnologías e industrias en las que se confía hoy en día tienen sus raíces en este periodo.
La internacionalización de los mercados hizo que la economía operase cada vez más a escala global, debido también a la revolución del transporte. Los avances en en esta área y en las comunicaciones sentaron las bases para una mayor interconexión e interdependencia global, allanando el camino para una progresiva globalización en los siglos XX y XXI, fenómeno vinculado en sus inicios al imperialismo.

Muchos inventos de este periodo, como la electricidad, el motor de combustión interna o las telecomunicaciones, siguen siendo tecnologías fundamentales en la actualidad. Sin embargo, el desarrollo industrial también condujo a desafíos a largo plazo como la contaminación y el daño ambiental. De la misma manera, otros avances tecnológicos moldearon la naturaleza de la guerra e hicieron que conflictos como la Primera Guerra Mundial fueran mucho más letales.
La Segunda Revolución Industrial desempeñó un papel importante en la configuración del panorama geopolítico de finales del siglo XIX y principios del XX, contribuyendo al aumento de la competencia internacional y, en última instancia, impactando en el estallido y la naturaleza de los principales conflictos mundiales.
Biblografía.
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