Al tratarse de un tema prolífico hemos tenido que desarrollarlo en dos entregas; la primera se refiere al desarrollo del movimiento obrero ya los autores premarxistas europeos, incluidos los españoles; y la tercera al socialismo marxista y al anarquismo.

Los inicios del movimiento obrero

La industrialización –o también la Revolución Industrial–, que comenzó en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII y luego se expandió por la mayor parte de Europa y Norteamérica en el XIX, conllevó importantes cambios en la organización del trabajo. De los talleres artesanales y de la agricultura se pasó a las fábricas, nuevos espacios de trabajo con una nueva dinámica laboral. Nacía así la clase obrera industrial.

Lewin H. Hine: Niños trabajadores en Yazoo City Yarn Mills.(s.f.). Fuente: https://www.britannica.com/topic/child-labour

La aparición de esta nueva clase social fue una consecuencia del desarrollo del capitalismo industrial, constituyó su principal fuerza productiva y fue transformándose en función de los cambios que experimentaba la economía. No obstante, sus miembros adquirieron pronto la conciencia de que estaban siendo explotados y excluidos de los beneficios del desarrollo económico.

El concepto de movimiento obrero hace referencia al conjunto de asociaciones y de acciones que emprendieron los trabajadores industriales con el fin de mejorar o transformar sus condiciones de vida y de trabajo. Estas actividades fueron paralelas a la gestación de nuevas ideologías, proceso iniciado ya a finales del siglo XVIII. En conclusión, el movimiento obrero fue el conjunto de asociaciones y acciones que la clase obrera llevó a cabo para la defensa de sus intereses. Esta respuesta generó unas ideologías que tenían dos pretensiones básicas: interpretar las nuevas realidades y guiar la lucha obrera.

Guardias de Pinkerton escoltan a rompehuelgas en Buchtel, Ohio (1884). Fuente: Library of Congress. En https://en.wikipedia.org/wiki/History_of_union_busting_in_the_United_States

La razón por la que surgen las nuevas ideologías obreras se halla en las terribles condiciones laborales y vitales que tuvieron que soportar los trabajadores durante la industrialización. Paniagua define esta situación de la siguiente manera:

Los informes oficiales sobre los establecimientos industriales de la primera época han dejado constancia de las “sombrías fábrica infernales”, aludidas por el poeta William Blake: locales reducidos, mal ventilados e iluminados. La duración de la jornada, de catorce y dieciséis horas por término medio, la monotonía  del trabajo, la corta edad de los trabajadores  y la ausencia de medidas de protección contribuyeron a que  los accidentes —con frecuentes mutilaciones— y las enfermedades graves resultaran inseparables de la actividad laboral.

El pauperismo era un rasgo cotidiano. Los niveles de vida de los trabajadores eran de simple subsistencia. Ante cualquier crisis —cierre de fábricas, enfermedades, calamidades climáticas…— quedaban en la pobreza absoluta.

Primeras formas de organización de los trabajadores.

Desde un primer momento la mecanización suscitó la hostilidad tanto de los artesanos de las manufacturas como de los trabajadores de las fábricas. Esa hostilidad se manifestó en la destrucción de máquinas, especialmente aquellas que suprimían muchos empleos; hablamos del fenómeno conocido como ludismo. El ludismo apareció a principios del siglo XIX en Inglaterra. No se trató de un movimiento organizado, ni desarrolló ningún tipo de teorías, tampoco diseñó objetivos sociales o políticos, más allá de la mera destrucción de las máquinas. Pero sí puede considerarse como la primera respuesta de los trabajadores ante la explotación brutal que implicaba el sistema industrial inicial. También sentó las bases para la posterior formación de organizaciones obreras más sólidamente constituidas.

Líder imaginario de los luditas. Aguafuerte anónimo (1812). Fuente: https://www.historytoday.com/archive/luddites-war-future

En la mayor parte de los países industrializados estaba prohibido el derecho de asociación —Ley Le Chapelier de 1791 en Francia, Leyes de Asociación de Trabajadores de 1799 y 1800 en Inglaterra—. Las relaciones entre empresarios y trabajadores eran concebidas como vínculos individuales, sin que ninguna asociación pudiera interferirlos. Por esta razón las demandas de los trabajadores se orientaron a la solicitud de derechos, no solamente el de asociación —reconocido en Gran Bretaña en 1824— sino también los de reunión, opinión y sufragio universal.

Las primeras asociaciones obreras, surgidas a finales del siglo XVIII, se crearon como forma de autoprotección, fueron las Sociedades de Socorros Mutuos. Estas asociaciones eran muy parecidas a las cofradías de los gremios —se organizaban por oficios— y tenían la finalidad de ayudar a sus asociados en casos de enfermedad, accidente o fallecimiento mediante una prestación que procedía de las aportaciones que periódicamente realizaban sus miembros.

Poco más tarde, el modelo varió y se hizo interprofesional y nacional, extendiéndose por el resto de Europa en la primera mitad del siglo XIX. Las primeras asociaciones de este tipo fueron las Trade Unions —sindicato en Francia, sociedades de oficio en España…—.

A mediados del siglo XIX, el movimiento obrero comenzó a implicarse, además de en defensa de sus condiciones laborales, en el logro de algunos derechos políticos, especialmente el del sufragio, de los que había sido excluido tanto por los recientes regímenes liberales como por el absolutismo. El mejor exponente de esta tendencia fue el cartismo inglés —la Asociación Nacional Cartista (1840)— que realizó una petición en tal sentido, respaldada por millones de firmas, al Parlamento. Sus continuas peticiones obligaron al Estado a regular las condiciones de trabajo. Esta manera de actuar, al ampliar las demandas sociales y abarcar las políticas, anticipó los futuros partidos obreros.

El socialismo utópico.

Los autores que escribieron sobre las condiciones de trabajo de los obreros industriales y que propusieron soluciones diversas a esta situación fueron agrupados bajo el epíteto de socialismo utópico. Esta denominación, que conlleva un cierto grado de menosprecio, fue lanzada por Engels en 1880 ya que los contraponía a sus teorías, que consideraba científicas. No obstante, la historia posterior ha demostrado que tanto el marxismo como el anarquismo comportaron, en sus propuestas revolucionarias, bastantes dosis de utopía. Por esta razón consideramos más apropiado denominarlos socialistas premarxistas. No obstante, y dado lo extendido de su uso, continuaremos con la denominación de socialismo utópico

Esta corriente de pensamiento hace referencia a los autores que, durante la primera mitad del siglo XIX, teorizaron sobre la forma de cambiar la situación de la clase obrera. Sus propuestas surgen de las degradantes condiciones laborales y de vida de los trabajadores. En la mayoría de los casos realizan una crítica al funcionamiento del capitalismo industrial, denunciando sus terribles consecuencias sociales, para después proponer alternativas teóricas a la sociedad capitalista.

La mayoría de los autores están unidos, a pesar de las diferencias de sus propuestas y de sus orígenes sociales, por un impulso ético a favor de los trabajadores y en pro de una sociedad más igualitaria y justa.

La crítica al capitalismo industrial se alimenta de dos fuentes:

  • El pensamiento racionalista proveniente de la Ilustración y de la Revolución Francesa.
  • La constatación de la inhumana situación en la que el industrialismo había sumido a los trabajadores.

Para este análisis hemos optado por agrupar a estos autores según el criterio de su nacionalidad. No se trata de presentar a todos los pensadores que se pueden incluir en esta corriente de pensamiento pues son numerosos, sino señalar a aquellos que han tenido más trascendencia.

  • Franceses.
    • Claude-Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825). Apostaba por un desarrollo racional de la industria basado en la avenencia entre patronos y obreros. Teorizó sobre la idea de aplicar el progreso técnico y científico a las técnicas de producción. Rechazó el liberalismo económico al sostener que el Estado debía planificar y organizar los medios de producción.
    • Charles Fourier (1768-1830). Precursor del cooperativismo. Propuso un modelo social en el que los trabajadores vivirían en pequeñas comunidades agroindustriales (los falansterios). Criticó al Estado y al liberalismo económico.
    • Étienne Cabet (1788-1856). Infuenciado por Owen, desarrolló su pensamiento en torno a la idea de un comunismo pacífico y democrático. Consideró a la educación y a la moral como medios de transformación social. Su propuesta práctica -explicitada en su novela Viaje a Icaria (1842)- se basó en la creación de colonias agrícolas organizadas igualitariamente, propuesta que desarrolló en América.
    • Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865). Critica a la propiedad privada, a la que considera la causa de la miseria de los trabajadores. Piensa que para lograr la igualdad es necesario la eliminación del Estado, pero niega que la lucha de clases sea un instrumento para imponer las tesis obreras. Su pensamiento lo acerca al anarquismo, a autores como Bakunin y Kropotkin y también, en algunos aspectos, a Marx con quien polemizará hasta romper definitivamente.
    • Louis-Auguste Blanqui (1805-1881). Sus teorías fueron un preludio de algunas de las propuestas de Marx. Pensaba que para acabar con el capitalismo era necesario primero llevar a cabo una revolución política que instaurara una dictadura revolucionaria temporal, liderada por una élite obrera. Abogaba por la abolición de la propiedad privada y por establecer una sociedad igualitaria, sin clases sociales. Se mostró partidario del internacionalismo como medio para conseguir la solidaridad de los trabajadores de todo el mundo.
Interior de un falansterio en Guisa (Francia). Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Falansterio#/media/Archivo:Familist%C3%A8re-guise.jpg
  • Ingleses.
    • William Godwin (1756-1836). Precursor del anarquismo. Abogaba por suprimir toda forma de gobierno, pues este siempre sería autoritario. No obstante, rechazaba la violencia como medio político. Su alternativa era una sociedad basada en la cooperación mutua. Defendía la razón como instrumento para guiar a los individuos hacia la verdad y la justicia. Igualmente, valoraba positivamente la libertad individual y criticaba a las estructuras que impedían esa libertad, como el matrimonio o la propiedad privada.  Su propuesta era crear pequeñas comunidades locales donde la propiedad estaría colectivizada.
    • Robert Owen (1771-1858). Su pensamiento y propuestas partían de un análisis moral que pretendía mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera. Para ello pretendía reducir las jornadas laborales y mejorar los salarios y las condiciones de trabajo. Prestó gran atención a la educación, a la que creía fundamental para el desarrollo social y personal. Criticó al capitalismo y fue un pionero del cooperativismo. Intentó aplicar sus ideas mediante la creación de  “aldeas de cooperación” que recordaban a los falansterios de Fourier; fomentó igualmente las cooperativas de producción y consumo.
  • Alemanes.
    • Wilheim Weitling (1808-1871). Considerado uno de los primeros teóricos del comunismo y del movimiento obrero alemán. Defendía la necesidad de una sociedad sin clases en la que los medios de producción fueran de propiedad colectiva y los bienes se distribuyeran de forma igualitaria. Para llegar a este objetivo creía necesaria la existencia de una organización obrera, al margen de la burguesía, que sería la encargada de liderar una revolución que destruyese el sistema capitalista. Los medios de esta organización serían la acción directa y la clandestinidad.
    • La izquierda hegeliana. Grupo de filósofos que surgió a partir de 1830 desarrollando las ideas de Hegel desde una perspectiva crítica y radical, especialmente en el ámbito político y social. Sus principales ideas fueron:
      • Crítica al cristianismo y promoción de la secularización.
      • Reivindicación de la Ilustración, especialmente sus presupuestos de defensa de la razón y de la libertad.
    • Su importancia fue notable en el desarrollo del pensamiento político del siglo XIX, influyendo en nuevas corrientes de pensamiento, como el marxismo (tanto Marx como Engels formaron parte, durante un tiempo, de esta corriente).
    • Entre los pensadores más destacados podemos citar a Bruno Bauer (1809-1882) , Ludwig Feuerbach (1804-1872) y Max Stirner (1806-1856).

El socialismo utópico español.

En España, a pesar del retraso en el proceso industrializador, también surgieron pensadores cuyas propuestas pueden incluirse dentro del marco teórico del socialismo premarxista. Sus ideas se divulgaron entre sectores intelectuales, pero tuvieron escasa incidencia en el movimiento obrero. Podemos establecer unos rasgos generales de los autores españoles que serían:

  • Profunda influencia del socialismo premarxista francés, especialmente de Proudhon, Cabet y Fourier.
  • Fueron autores que se situaban socialmente dentro de las clases medias, en escaso contacto con el movimiento obrero. No obstante, su papel sí contribuyó a la difusión de las ideas socialistas en el país.
  • Aunque a todos les interesaba la cuestión de la justicia social, también mostraron interés por los avances técnicos y científicos, así como por la lucha política. Todos fueron reformistas, alejados de cualquier veleidad revolucionaria que pretendiese cambiar el sistema socioeconómico.

Entre los autores que se engloban dentro del socialismo utópico español es posible citar, sin ninguna exhaustividad, a los siguientes:

  • Joaquín Abreu (1782-1851). Oficial de la Marina y diputado en las Cortes de Cádiz. Se exilió en Francia donde conoció la obra de Fourier. Sin embargo su ideología es más propia de un liberalismo progresista que hizo del principio de la asociación su principal bandera.
  • Manuel Sagrario de Velay. Promotor de un falanstério cerca de Jerez de la Frontera —el falanstério de Tempul (1841) —.
  • Fernando Garrido (1821-1883). Pensador reformista preocupado por la divulgación de las teorías socialistas por medio de diversos periódicos y revistas —La Atracción (1845), La Organización del Trabajo, en el que difundió las ideas de Saint Simon, …—. También promovió el cooperativismo mediante comunidades autosuficientes.
  • Sixto Cámara (1824-1859). Uno de los principales teóricos del movimiento y articulista en diversos diarios. Algunos de los cuales fundó él mismo. Partidario de un gobierno republicano y del principio de la justicia social, así como de una economía basada en la cooperación y en la planificación. Partipó activamente en la vida política del momento, teniendo que exiliarse a Portugal.
  • Narciso Monturiol (1819-1885). Se tuvo que exiliar a Francia, donde fue influido por Cabet. Tras intentar diversas comunidades en Estados Unidos, regresó a España, consagrándose en el diseño y construcción de un submarino.
  • Ramón de la Sagra (1798-1871). Más liberal progresista que socialista, se preocupó de teorizar sobre la reforma social. Influenciado por el socialismo francés promovió diversas iniciativas sociales: escuelas, fábricas basadas en la justicia social, etc.
  • Álvaro Flores Estrada (1766-1853). Exiliado en Gran Bretaña recibió la influencia del liberalismo de Adam Smith. Redactó un proyecto de constitución basado en los pensadores ilustrados franceses. Su pensamiento se enmarca más en el liberalismo progresista que en el socialismo.
Plano del falansterio de Tempul. Fuente: https://www.lavozdelsur.es/ediciones/jerez/mil-y-una-historias-de-jerez/propuesta-creacion-utopia-en-tempul-jerez-1841_251405_102.html

Aunque el socialismo utópico no logró materializar sus ideas en España, sí influyó en la organización del primer movimiento obrero y en la difusión de algunas ideas propias del socialismo —solidaridad y cooperación—. Tuvo, además, muchas conexiones con el republicanismo. Con la llegada de la Primera Internacional (AIT) en 1864 y el auge del marxismo y el anarquismo, las ideas utópicas perdieron protagonismo.

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