El mundo dejó de ser bipolar al acabar la Guerra Fría. Surgió entonces lo que se ha denominado el multilateralismo, es decir, la aparición en la escena geopolítica mundial de nuevos actores: China, Rusia, India, la UE, etc. Ello implicó, básicamente, que Rusia quedaba reducida al estatus de potencia regional y que Estados Unidos renunciaba a emprender grandes acciones militares por sí solo. Las guerras de Irak y Afganistán dieron la razón a esta teoría, afianzada durante la presidencia de Obama. Esa ha sido la característica de la política exterior norteamericana también durante los mandatos de Trump y Biden, excepto pequeñas acciones sin gran trascendencia. A pesar del multilateralismo y de una estrategia de mayor contención, Estados Unidos sigue siendo la principal potencia militar del planeta y a mucha distancia del resto.
Las bases militares norteamericanas en el exterior y las flotas navales permanentes distribuidas por toda la geografía del planeta constituyen los fundamentos del poder bélico de los Estados Unidos. De ellos, el factor primordial, porque es el que permite la proyección de su fuerza, es el de las bases –terrestres, navales o aéreas– y su distribución geográfica.
Muchas de estas bases tienen su origen en la época de la Guerra Fría, pero otras han sido creadas más recientemente como respuesta a necesidades o conflictos surgidos tras la desaparición del bloque comunista. Durante el enfrentamiento “frío” con la URSS, Estados Unidos procuró situar unidades militares allá donde la expansión comunista podía constituir un peligro. Toda esta infraestructura, sin embargo, se ha mantenido y actualmente EE.UU. cuenta con unas 800 bases militares cuyo mantenimiento cuesta a los contribuyentes norteamericanos unos 100.000 millones de dólares anuales; de la misma manera, un porcentaje alto de sus tropas se hallan desplegadas en países extranjeros: Japón, Alemania, Corea del Sur, Afganistán, Irak,… hasta llegar a 74 países. Las diferencias con el resto de potencias es abrumadora: Francia tiene bases militares en 11 países, Gran Bretaña también en 11 países, Rusia en 9 y China en 1.
Pese a que las amenazas al liderazgo mundial estadounidense son varias, su potencial militar y, sobre todo, su capacidad para desplegarlo en cualquier punto del planeta hacen de Estados Unidos el país hegemónico militarmente. Aparte de su enorme gasto en defensa y de la potencialidad de su ejército, lo que también diferencia a EE.UU. de otras potencias –Rusia, China, …– es precisamente la disponibilidad de bases en todos los continentes, incluyendo Groenlandia. Y ello sin contar con las bases secretas, que se sabe que existen, pero no donde; son las denominadas bases nenúfares –pequeñas bases que sirven de tránsito o de centro de operaciones a escala reducida–. Esta red de bases no se explica solamente por las necesidades defensivas de Estados Unidos como país. Su disposición obedece a una política que pretende mantener una hegemonía militar universal, clara y eficaz. Ella hace posible el intervencionismo de Estados Unidos en casi todos los conflictos bélicos donde sus intereses lo requieran.
- La participación en el control del Ártico a través de los países nórdicos. Este mar es una zona con interés económico –yacimientos de gas y petróleo– y posible ruta de navegación interoceánica si se confirma la tendencia al deshielo que se está observando. Es, además, una zona de posible confrontación con Rusia.
- Los Balcanes son una región actualmente estabilizada pero con conflictos congelados. Su posición geográfica es fundamental para el acceso al Oriente Próximo, región donde se están produciendo los principales conflictos armados en la actualidad y donde las tensiones –sunníes contra chiíes; israelíes contra palestinos; terrorismo; países inestables, etc.–, están a flor de piel. Además, la región controla la entrada al Mar Negro, así como el acceso de la flota rusa al Mediterráneo.
- El sur de Europa proporciona una base geográfica esencial para la proyección hacia el norte de África y hacia el Oriente Próximo, así como para el control del mar Mediterráneo.
La presencia de bases norteamericanas en África obedece principalmente a la necesidad de recoger información sobre el terrorismo islámico y a tareas de inteligencia realizadas mediante drones. Estas bases se han implantado en países afectados por el yihadismo radical –Mauritania, Senegal, Burkina Faso, etc.– No obstante, su principal base en África es Camp Lemonnier, una estación naval situada en Djibuti y desde donde puede proyectar su fuerza sobre todo el este del continente.
En Latinoamérica, el pentágono ha creado nuevas bases en Chile, Colombia, El Salvador, etc. Y ha ampliado otras que ya tenía –Honduras, Belice, Costa Rica, …–; la presencia de bases en el continente americano no obedece a la prevención de posibles ataques armados a Estados Unidos, sino al control del territorio, al mantenimiento de alianzas y al acceso a recursos o mercados.
La zona del Pacífico occidental está convirtiéndose en una referencia estratégica fundamental en el interés del Pentágono. A esta región tienen acceso tanto China como Rusia, potencias que pueden cuestionar la hegemonía norteamericana y que Estados Unidos debe contener. Además, siempre está presente el permanente conflicto con Corea del Norte, cuya amenaza sirve para asentar la presencia norteamericana en Japón y Corea del Sur, países con una enorme presencia de tropas de Estados Unidos. El otro gran objetivo es vigilar la expansión marítima de China; ello explica la vuelta de su presencia militar en Filipinas, el creciente acercamiento a Vietnam o los nuevos tratados con Tailandia. Todo ello forma parte de esta estrategia.
Simultáneamente y en relación con la región del Pacífico y el control de las rutas marítimas en esa zona, se ha consolidado la presencia norteamericana en el Índico, donde ya existía la importante base de Diego García, y donde han surgido nuevas bases en países costeros africanos –Kenia, Mozambique, …–, así como en la zona del cuerno de África. Aquí, con el objetivo confeso de combatir la piratería –la citada base de Djibuti o la presencia en Etiopía– que se proyecta desde Somalia, cuyo intento de control se convirtió en uno de sus fracasos más sonados.
Bibliografía.
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