sábado, 14 de diciembre de 2024

Amadeo I: la monarquía imposible.

La caída de Isabel II y de la dinastía borbónica. 

Los escándalos del período final del reinado de Isabel II habían acabado provocando el desprestigio absoluto de la monarquía y el auge de los republicanos. La caída de la reina fue consecuencia de la Revolución de 1868, conocida como la Gloriosa. Isabel se refugió en Francia, donde recibió la protección de Napoleón III y de Eugenia de Montijo. En 1870 abdicó en su hijo, el futuro Alfonso XII.

Isabel II. Fuente: Wikipedia.

El período final del reinado de Isabel II, caracterizado por la progresiva deslegitimación tanto del sistema político como de la misma Corona, se inició con la caída de O’Donnell en 1863. Los gobiernos, siempre moderados, tenían cada vez menos apoyos y los problemas se acrecentaban en todas las áreas. Paralelamente, los escándalos amorosos de la reina y de su cónyuge, Francisco de Asís, erosionaban el prestigio de la monarquía isabelina. El aumento de la represión fue la única respuesta al descontento, lo que mostraba, por otra parte, la incapacidad de los gobiernos y de la misma Corona para afrontar el deterioro generalizado del régimen. 

El alineamiento permanente de la reina con los moderados y con un régimen político elitista, así como su incapacidad para promover una apertura política más democratizadora y adaptada a los cambios sociales y económicos que estaban produciéndose, acabaron significando el fin de su reinado y de la dinastía borbónica en España, aunque fuese provisionalmente. 

La cerrazón moderada provocó que los partidos progresista y demócrata optasen por la vía insurreccional para lograr un cambio político. Desde 1866 se suceden los intentos de pronunciamientos. La firma del Pacto de Ostende (1866) aportó una cobertura política a esos intentos y marcó un nuevo objetivo político que iba más allá del simple cambio de gobierno: el destronamiento de la reina. 



La Gloriosa Revolución (1868).


El desencadenante fue el pronunciamiento de la Armada en Cádiz el 18 de septiembre de 1868. El movimiento militar logró también un amplio apoyo civil ya que fue respaldado por demócratas y progresistas. Su coincidencia con una crisis de subsistencias lo convirtió en un proceso revolucionario en toda regla. Tras el triunfo de la revolución, Isabel II fue destronada y se inició un período de constantes cambios políticos que, por su duración, ha sido conocido como Sexenio Revolucionario o Sexenio Democrático (1868-1874).

A principios de octubre de 1868 se formó un gobierno provisional presidido por el general Serrano que convocó elecciones municipales para diciembre. En enero de 1869 se celebraron elecciones generales a Cortes constituyentes, en las que progresistas y la Unión Liberal (un partido que puede considerarse de centro) obtuvieron la mayoría, aunque los republicanos también lograron buenos resultados (85 diputados). 

Estas Cortes elaboraron la Constitución de 1869, de carácter progresista, aunque seguía manteniendo la monarquía como forma de Estado. En ella la monarquía dependía de la soberanía nacional, de la que emanaban todos los poderes del Estado. Ello suscitaba el problema de buscar un nuevo rey. Este debía de ser un monarca constitucional, sujeto a la soberanía nacional y alejado de la tendencia a inmiscuirse en el juego político tan típica del reinado de Isabel II. Se pretendía establecer, en definitiva, un modelo moderno de monarquía parlamentaria. 

Mientras se buscaba un nuevo rey, se creó una regencia que ejerció Serrano, mientras que Prim dirigiría el gobierno. El nuevo poder ejecutivo se tuvo que enfrentar a graves problemas: 

  • Una guerra colonial en Cuba, iniciada en 1868. 
  • La oposición de los carlistas y los alfonsinos (partidarios de restaurar la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XII). Los carlistas iniciaron una nueva guerra, la tercera, en 1872. 
  • El permanente asedio de los republicanos, que no aceptaban la monarquía. 
  • El descontento de los sectores populares, defraudados ante la falta de una respuesta gubernamental a sus problemas 

 
Carga de la caballería gubernamental contra las tropas carlistas en la acción de Piedrabuena. Fuente: Wikipedia

La búsqueda de un nuevo rey. 


Encontrar un rey o reina que sustituyera a los Borbones era una operación compleja en la que influían tanto cuestiones nacionales como internacionales. Llegó a haber cinco candidatos que fueron rechazados por diversas cuestiones. Este rechazo abrió las puertas a la candidatura de Amadeo de Saboya, segundo hijo del rey de Italia Víctor Manuel II. 

La propuesta de Amadeo de Saboya se planteó en el verano de 1870 en un contexto agitado. A las divisiones internas surgidas entre los monárquicos por los apoyos a diversos candidatos se sumaron las internacionales, pues cada país quería “colocar” a su candidato. En un primer momento, el gobierno anunció la candidatura de Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, príncipe prusiano, a la que se opuso Napoleón III, que temía verse rodeado por una dinastía enemiga de Francia. El gobernante francés también se opuso a la candidatura de Antonio de Orleans, duque de Montpensier. Este candidato tampoco estaba bien visto por algunos partidos españoles por su relación familiar con los Borbones (era cuñado de Isabel II).  

Descartados estos candidatos, las preferencias del gobierno se centraron en Amadeo de Saboya, apoyado intensamente por Prim. Amadeo fue elegido rey en una votación de las Cortes el 16 de noviembre de 1870, con 191 votos a favor, 60 para la república federal, 27 para Montpensier, 8 para Espartero y otros 25 a otros candidatos o en blanco. La pronta muerte de Prim, asesinado el 27 de diciembre de 1870, privó al nuevo rey de su principal valedor. Aun así, Amadeo juró la constitución ante las Cortes a principios de enero de 1871. 



Retrato de Amadeo I. Vicente Palmaroli (1872). Museo del Prado.

El reinado de Amadeo I. 


Amadeo I confió a Serrano el encargo de formar el primero de sus gobiernos. Pero la división del progresismo entre los radicales (Ruiz Zorrilla) y los constitucionales (Sagasta)  hizo imposible el empeño de un gobierno conjunto. Sagasta, uno de los pilares del juego político, era partidario de dar un sesgo conservador a la nueva monarquía, temeroso de los aires revolucionarios que se extendían por Europa de la mano de la Comuna parisina (1871) y de la I Internacional (creada en 1864). Por el contrario, Ruiz Zorrilla era partidario de medidas más progresistas. 

Encargó después el gobierno a Ruiz Zorrilla, que logró mejorar la imagen del rey pero acabó dimitiendo a los pocos meses, volviendo Sagasta a dirigir el gobierno y convocando elecciones. A pesar de utilizar los típicos mecanismos de fraude electoral, no pudo evitar que las distintas oposiciones al régimen sacasen 150 diputados, suficientes para hacer caer al gobierno. 

Tras ello, el rey volvió a llamar a Serrano para que formase gobierno, apoyado por los unionistas. Pero algunas de sus actuaciones –entre ellas el convenio de Amorebieta (1972) por el que indultaba a los carlistas sublevados– provocaron la indignación de los militares y de los radicales. Serrano pidió al monarca que suspendiese las garantías constitucionales, a lo que este se negó, como respuesta Serrano dimitió y el rey volvió a recurrir a Ruiz Zorrilla para que formase el que sería el último de sus gobiernos. Poco antes, en el verano de 1872, el monarca había sufrido un atentado fallido. 

El proyecto para abolir la esclavitud en Puerto Rico, presentado el 24 de diciembre de 1872, suscitó a principios de 1873 una oscura alianza entre grupos de intereses coloniales y el resto de enemigos  del régimen. Meses después, un conflicto interno en el Ejército desencadenó la dimisión de Amadeo I.

Paralelamente a los problemas políticos mencionados, durante su reinado se produjeron dos guerras civiles: la tercera guerra carlista y la guerra de Cuba. Esta estalló en 1868 y se alargó durante diez años, hasta 1978. En ella, los miembros del “partido español” -enemigo de cualquier reforma del sistema económico antillano–, también se constituyeron en un frente opositor al régimen del nuevo rey. Por su parte, la tercera guerra carlista se inició en 1872 y se desarrolló principalmente en el País Vasco, Navarra y Cataluña. Concluiría en 1876. 

Conclusiones.


El reinado de Amadeo I (1870-1873) fue un período convulso. A las luchas políticas, incluso entre los que teóricamente le apoyaban, se les sumaron dos guerras coincidentes cronológicamente. Además, Amadeo I nunca pudo ganarse la confianza del pueblo ni de lo que podemos denominar poderes fácticos –Iglesia, Ejército, gran parte de la aristocracia, propietarios coloniales–, que no ocultaban sus simpatías borbónicas. 

Desprovisto de los vicios del reinado de Isabel II, pudo haber representado la posibilidad de una monarquía parlamentaria moderna y democrática. Una posibilidad que el cortoplacismo y el personalismo de los partidos que le apoyaban y la clara oposición de los poderes antes mencionados hizo imposible. Su fracaso abrió la puerta a la Iª República, otro período convulso. 

Bibliografía.


Amadeo I de Saboya (2016). Recuperado de Historia de España. https://historiaespana.es/biografia/amadeo-i-saboya. 

Fontana, J. (2007). La época del liberalismo. Historia de España (Vol. 6). Barcelona: Marcial Pons/Crítica. 

Íñigo Fernández, L. E. (2010). Breve Historia de España II. El camino hacia la modernidad. Madrid: Nowtilus.

Martorell, M., & Juliá, S. (2012). Manual de historia política y social de España (1808-2011). Barcelona: RBA Libros. 

Seco, C. (2018) Amadeo I de Saboya. Recuperado de http://dbe.rah.es/biografias/7097/amadeo-i-de-saboya 

Van der Brule, A. (2020) la historia del rey Amadeo de Saboya: el gran olvidado que se dio a la fuga. El Confidencial. Recuperado de: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2020-03-28/amadeo-de-saboya-juan-prim-historia-espana_2521484/

La guerra del Chaco: un ejemplo de la conflictividad fronteriza en América Latina durante el siglo XX.

El contexto internacional


América Latina registró a lo largo del siglo XX una larga lista de conflictos y enfrentamientos armados en los que se vieron implicados, de una u otra forma, la mayor parte de los países del área. Para aclarar este complicado panorama hemos dividido estos conflictos en tres tipos (véase cronología):

  • Guerras civiles y revoluciones armadas.
  • Guerras entre Estados
  • Intervenciones militares directas de Estados Unidos.

En la clasificación están descartados, para simplificar el panorama, los golpes de Estado cruentos así como los conflictos derivados de guerras internacionales que tuvieron su origen lejos del subcontinente -Guerras Mundiales, guerra del Golfo e intervenciones cubanas en el exterior. Aún con estos descartes, hemos sumado cerca de 40 conflictos armados internos o externos en el marco del siglo XX latinoamericano.



Es cierto que otras zonas del planeta padecieron también conflictos armados en la anterior centuria, que fue particularmente violenta. Queremos indicar con ello que Latinoamérica no fue una singularidad al respecto. Pero ello no es óbice para que no se pueda pensar que la elevada conflictividad registrada en la región durante el pasado siglo proporcionó una de las principales causas de sus problemas de inestabilidad política y social, junto a otros desencadenantes no menos significativos como las gigantescas desigualdades socioeconómicas, la fortaleza de las oligarquías locales y el intervencionismo de potencias exteriores. Al mismo tiempo, esta frecuencia de conflictos concedió al estamento militar un papel preponderante en la casi totalidad de países.

El contexto boliviano


Las guerras entre Estados tuvieron como motivo principal la apropiación o defensa de territorios. En realidad, el mapa resultante de los procesos de independencia de principios del siglo XIX sufrió notables cambios a lo largo del tiempo y fue Bolivia, precisamente, uno de los países más perjudicados porque padeció importantes recortes territoriales. Ya en la guerra del Pacífico contra Chile (1879-1884) perdió su salida al Pacífico y, años más tarde, en la guerra del Acre contra Brasil (1899-1903),  tuvo que ceder unos 100.000 km2 de territorio. 


Pérdidas territoriales de Bolivia. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/República_de_Bolivia

Hasta 1920 la hegemonía política había estado en manos del Partido Liberal, pero en esa fecha los republicanos los desplazaron electoralmente y gobernaron el país hasta 1930, en una alternancia política típica de un sistema de gobierno democrático. A pesar de la continuidad democrática, el cambio de partido dominante y la aparición de nuevos partidos, algunos de base obrera, inestabilizó el tradicional panorama político boliviano. El gobierno republicano de Daniel Salamanca, reticente al principio a cualquier enfrentamiento bélico, consideró que una victoria militar podía aumentar su legitimidad ante su pueblo; las presiones del Ejército iban en el mismo sentido. La confianza boliviana en la victoria se basaba en su mayor población y en que sus fuerzas armadas eran más poderosas –250.000 hombres frente a los 140.000 paraguayos–, aunque su estrategia y la preparación de los reclutas dejaban mucho que desear. Tampoco tuvieron en cuenta la desventaja geográfica que suponía desarrollar una guerra en un territorio tan alejado de bases y poblaciones.

No resulta posible tampoco dejar de lado los efectos económicos de la Gran Depresión de 1929 en la economía boliviana, especialmente por el freno de las exportaciones de estaño, su principal producción.

El contexto paraguayo.


En Paraguay el Partido Liberal había ganado en 1928 las primeras elecciones verdaderamente libres, tras décadas de gobiernos del Partido Colorado basados en  procesos electorales celebrados con elevados índices de abstención. Dicho partido quedó como principal  fuerza política de la oposición. 

La situación económica también era relativamente estable pues los efectos de la Gran Depresión apenas si se notaron. A pesar de que estos factores eran positivos, el gobierno del Partido Liberal se iba haciendo cada vez más impopular. La causa principal de esta desafección era la supuesta debilidad del gobierno ante la actitud agresiva de Bolivia en los problemas fronterizos; ni siquiera el cambio de presidente, aunque del mismo partido, –Guggiari fue sustituido por Ayala en las elecciones de 1932– logró aplacar el descontento. Tampoco la victoria militar sobre Bolivia logró cambiar el ambiente contrario al liberalismo, que se había creado muchos enemigos en su permanencia en el poder.

El planteamiento del conflicto.


La guerra del Chaco fue la denominación que se dio al conflicto bélico que se produjo entre septiembre de 1932 y junio de 1935 entre Bolivia y Paraguay por el dominio de la región del Chaco Boreal, un territorio con una extensión de 650.000 km2 –más grande que España– y que hasta 1920 había permanecido prácticamente inexplorado. 


Región del Chaco en disputa. Fuente: https://www.pinterest.es/pin/539306124105354042/ 

La causa primera del conflicto fue la indefinición de la frontera entre ambos países en ese territorio. Dado lo desconocido  de la zona, las líneas fronterizas que los separaban se trazaron basándose en documentos antiguos o bien siguiendo los trazados geodésicos. Así se firmaron dos tratados, en 1879 el primero y en 1907 el segundo, que no dejaron satisfechos a ninguno de los dos países. No surgió ningún conflicto porque aquella región no interesaba demasiado a ninguno de los dos Estados y si surgían disputas se resolvían con fluidez.



No obstante, a lo largo de los años, los militares bolivianos habían emprendido un lento proceso de ocupación de tierras en la región, movimiento impulsado por las perspectivas de encontrar petróleo. A este interés se añadió otro valor estratégico para Bolivia porque el dominio del Chaco Boreal  le permitiría acceder al río Paraguay y, a través de él, al océano Atlántico. Un acceso marítimo que era fundamental una vez perdido el del Pacífico.

Además de los dos países implicados en el conflicto, en el mismo se cruzaron también otros intereses internacionales. Argentina apoyaba a Paraguay porque tenía allí importantes intereses económicos. Lo mismo ocurría con Gran Bretaña –su petrolera Royal Dutch-Shell estaba posicionada en el país. Por su parte, Estados Unidos mantenía fuertes intereses en Bolivia, tanto a través de la petrolera Standard Oil como de relevantes vínculos financieros. Ambos países sostenían un choque de influencias por la hegemonía en la región.

El casus belli fue la ocupación por parte de tropas bolivianas de un fuerte militar que antes había sido paraguayo. Dos meses después, una fuerza militar de Paraguay volvió a ocupar el fuerte. La operación militar colocó al presidente boliviano Salamanca en una complicada tesitura. Finalmente, no tuvo más opción que decantarse por la guerra. Aunque lo curioso es que el presidente paraguayo, Ayala, tampoco parecía muy predispuesto a la guerra. 

Los paraguayos pasaron rápidamente a la ofensiva; sus soldados estaban mejor dirigidos y mejor adaptados a las cálidas condiciones climáticas del Chaco que las tropas bolivianas, compuestas mayoritariamente por indígenas pobladores del frío altiplano. A mediados de 1935 los paraguayos ya habían expulsado del Chaco al ejército boliviano y controlaban la mayor parte del territorio, pero sus recursos militares y financieros estaban al límite. Estas circunstancias favorecieron, sin duda, el cese de hostilidades.


Conclusiones


Después de tres años de guerra, los bolivianos se vieron expulsados del Chaco Boreal y obligados a aceptar una suspensión de hostilidades que concedía a Paraguay una quinta parte de la región. Esta tercera pérdida territorial fue la más costosa en cuanto a bajas humanas y destrucción de material militar. La mayoría de los investigadores calculan que el conflicto produjo entre 50.000 y 60.000 víctimas bolivianas y unas 30.000 paraguayas; fue la guerra más cruenta de Latinoamérica en el siglo XX. 

A pesar de ello, Bolivia inició un proceso de rápido rearme  y hacia 1938 había logrado volver a aumentar su ejército hasta los 40.000 efectivos. Probablemente, esta circunstancia, sumada al hecho de que la guerra había dejado maltrechas las finanzas de los dos países fue la que convenció a Paraguay a aceptar definitivamente la paz. La cuestión de quién ganó la guerra suscita pocas polémicas y se coincide en que fue Paraguay, no solamente por el extenso territorio que obtuvo sino también porque logró un saldo militar favorable –23.000 prisioneros de guerra bolivianos frente a 2.500 paraguayos. No obstante, Paraguay solamente logró un acceso parcial  a aquellas zonas del Chaco que se suponía tenían mayor potencialidad petrolífera.


Zonas de potencialidad petrolífera o gasística. Fuente: https://www.geoexpro.com/articles/2017/10/oil-in-the-heart-of-south-america

En Bolivia, el conflicto instauró una sucesión de gobiernos militares que implicaban una huida hacia adelante para evitar sus responsabilidades en la desastrosa guerra. Estos gobiernos fueron incapaces de tejer complicidades con partidos o fuerzas populares para vertebrar soluciones capaces de  afrontar los problemas estructurales del país. Dificultades que acabarían provocando la Revolución de 1952.

Curiosamente, el mismo proceso se produjo en Paraguay pues el Ejército derrocó al gobierno democrático en 1936,  iniciándose un largo período de inestabilidad política y de sucesivos golpes de Estado, incluso con una breve guerra civil de por medio. Este período perduró hasta 1954, cuando comenzó la larga dictadura del general Stroessner (1954-1989).

La redefinición de fronteras no sirvió, pues, para estabilizar los respectivos países ni para asentar gobiernos democráticos. El conflicto bélico fue el catalizador de diversos conflictos internos que acabaron estallando en los dos países con independencia del resultado de la guerra. En cualquier caso, fueron los respectivos ejércitos los que ganaron un protagonismo político que tardarían en abandonar.  

Por otro lado, la guerra del Chaco mostró las evidentes rivalidades que, en aquel momento, existían entre Estados Unidos, apoyado por Brasil,  y Argentina por la hegemonía en  el Cono sur latinoamericano. Una rivalidad que lentamente fueron ganando los estadounidenses al acrecentar su influencia tanto en Bolivia como en Paraguay.

Bibliografía

Anón. 2022. «Guerra del Chaco». Wikipedia, la enciclopedia libre.

Anón. s. f. «Guerra del Chaco». Recuperado 2 de febrero de 2022 de https://www.eurasia1945.com/acontecimientos/causas-1918-1939/guerra-del-chaco/ 

Bethell, L. (Ed.) (1997). Historia de América Latina. El Cono sur desde 1930. Vol 15. Barcelona: Crítica.

Bethell, L. (Ed.) (1997). Historia de América Latina. Los países andinos desde 1930. Vol 16. Barcelona: Crítica

Del Alcázar, J., Ansaldi, W., Caetano, G., & et.al. (2011). Historia actual de América Latina. Valencia: Tirant lo Blanch.

Halperin Donghi, T. (2000). Historia contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza.

Zuccarino, M. y Ariel, G. (2013) La rivalidad argentino-norteamericana y la Guerra del Chaco: una historia de confrontación y desconfianza. Estudios Avanzados, 19. Recuperado de: https://www.researchgate.net/publication/318348569_La_rivalidad_argentino-norteamericana_y_la_Guerra_del_Chaco_una_historia_de_confrontacion_y_desconfianza_Un_analisis_de_sus_relaciones_bilaterales_en_el_marco_de_las_negociaciones_de_paz_de_la_mayor_c

Amadeo I: la monarquía imposible. La caída de Isabel II y de la dinastía borbónica.  Los escándalos del período final del reinado de Isabel ...