La crisis económica de 1847 presenta una doble caracterización: por una parte, es una típica crisis de subsistencias y, por otra parte, ofrece rasgos novedosos ya propios de una economía inmersa en un capitalismo más desarrollado. De hecho, el boom especulativo generado en torno a los ferrocarriles, especialmente en Gran Bretaña y Francia, fue una de sus principales causas. Por ello, el historiador francés Ernest Labrousse la calificó como una crisis mixta.
La crisis de subsistencias
La crisis surge como una crisis característica de una economía aún sometida a las reglas del Antiguo Régimen, es decir, se inicia como una crisis agraria para afectar luego al sector textil. Parece una repetición de la crisis de 1830 y de tantas otras anteriores. En este caso es la disminución en la producción de patatas la que desencadena el mecanismo; este producto ocupaba un importante papel en la alimentación popular, especialmente en el norte de Europa (Países Bajos, Irlanda, Francia). Durante la década de los años 40 se había extendido por todas las zonas de cultivo una plaga ocasionada por un hongo (mildiu) que destruía las cosechas.
La crisis financiera e industrial.
Paralelamente a esta crisis de subsistencias tuvo lugar otro fenómeno, en este caso relacionado con las nuevas reglas económicas que estaba imponiendo el capitalismo financiero. En Gran Bretaña se produjo, entre 1845 y 1847, un gran boom en la construcción ferroviaria, que llegó a emplear hasta 300.000 trabajadores; fue un ejemplo de la intensa especulación ferroviaria que se estaba produciendo en toda Europa. La progresión de la red ferroviaria europea, que pasó de 175 kilómetros en 1830 a 9.200 km en 1845, muestra las enormes inversiones que se realizaban en el sector. Dicho boom atraía el interés de los bancos, que dedicaron a la producción ferroviaria y metalúrgica grandes inversiones.
En definitiva, esta crisis muestra bien los cambios que estaban ocurriendo en la economía europea a mediados del siglo XIX, una economía en la que la agricultura tenía aún un gran peso y en la que continuaban presentándose crisis de subsistencias, que se intentaban paliar con medidas liberalizadoras del comercio o de los cultivos –revocación de las Corn Laws inglesas en 1846, por ejemplo–. Pero también se trataba de una economía que se estaba industrializando a marchas forzadas, generando incluso booms especulativos, capaces de provocar quiebras industriales y severos aumentos del paro. Este factor, junto al aumento del precio de los cereales y de la patata, explica las razones de la crisis económica de los años cuarenta y se relaciona, como causa, con las revoluciones de 1848 en Francia y con motines de hambre en diversas zonas de España. El malestar social existente también influyó en los fenómenos revolucionarios que se produjeron en otros lugares: Estados alemanes, Polonia, Italia... Resulta evidente la relación que se genera entre los fenómenos económicos y los acontecimientos políticos, pues casi todas las revoluciones liberales del siglo XIX están precedidas o son simultáneas con crisis económicas, lo mismo que la de 1789 en Francia.
Bibliografía
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Entrada publicada originariamente el 22 de enero de 2020
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