Introducción.
La Guerra Civil española acabó formalmente el 1 de abril de 1939, sin embargo los enfrentamientos armados no cesaron por completo en esa fecha. A pesar de la enorme desigualdad de las fuerzas implicadas –Ejército franquista, Guardia Civil y Policía Nacional por un lado y unos cuantos miles de combatientes republicanos por otro– los choques prosiguieron alrededor de un decenio más. Se trató, evidentemente, de combates a pequeña escala, escaramuzas, emboscadas, tomas efímeras de pequeños pueblos…, acciones sin capacidad de cambiar el curso de los acontecimientos pero que mostraban la persistencia de una oposición al régimen y una continuidad del conflicto civil.
La guerrilla fue la forma de lucha habitual en estos años. La palabra maquis, de origen francés, también ha servido para designar el fenómeno. Todos los combatientes republicanos de este período fueron guerrilleros; la diferencia de fuerzas ya señalada solamente indicaba la existencia de un choque asimétrico y cuando esto ocurre, el bando más débil recurre a esta forma de enfrentamiento. Pero guerrilla y guerra civil no son hechos diferentes, están intensamente ligados y el primero no se entiende sin el segundo.
Las fechas que acotan el fenómeno estudiado bailan un poco según las fuentes, pero escogiendo las más amplias es posible afirmar que el fenómeno de las guerrillas republicanas apareció en 1939, aunque para otros historiadores lo hizo en 1944, y perduró hasta 1952 en las zonas rurales, alargándose puntualmente hasta 1963 en las ciudades, a donde se trasladó cuando quedó claro que su repercusión social y política quedaba muy limitada si la lucha no salía del mundo rural. El período álgido de sus actuaciones fue el comprendido entre 1945 y 1949. Este aumento de su actividad coincidió con los años en los que el franquismo pasaba sus peores momentos, tanto por las dificultades internas –hambre, racionamiento, falta de recursos económicos, …– como externas –aislamiento internacional y posible invasión aliada de España por sus vínculos con el Eje.
El surgimiento.
Ya durante la guerra, en diversas zonas montañosas, se habían producido combates entre las tropas republicanas, que actuaban como guerrilleros, y el ejército de Franco. Por ello, cuando acabó el conflicto abierto quedaron, en zonas más abruptas y dispersas de la península, varios miles de soldados republicanos que no aceptaron la rendición bien por miedo a las posibles represalias, bien porque pensaban que debían seguir luchando contra el fascismo. A ellos se les sumó pronto un elevado número de huidos, hombres y mujeres, que escaparon para esquivar el fusilamiento, la tortura o la prisión. Estos huidos se incorporaron a la guerrilla como forma de sobrevivir a la amenaza franquista.
Estas estructuras guerrilleras tuvieron un antecedente ya durante el desarrollo de la guerra. El gobierno republicano creó el XIV Cuerpo de Ejército en 1937. Formado por guerrilleros, en realidad lo que hoy llamaríamos fuerzas de operaciones especiales, actuaban en la retaguardia enemiga con la finalidad de crear inseguridad, entorpecer los aprovisionamientos o distraer tropas de los escenarios principales de la guerra. Una vez finalizado el conflicto muchos de estos soldados siguieron actuando igual, convertidos ahora en guerrilleros.
De esta manera fueron gestándose bolsas de resistencia en diversos lugares de la península donde se concentraron los guerrilleros previamente dispersos (ver mapa). Se formaron así las denominadas Agrupaciones guerrilleras, más o menos aisladas geográficamente, pero, como después veremos, casi todas vinculadas al Partido Comunista de España, su principal impulsor junto a algunos grupos libertarios.
El principal sentido del mantenimiento de la guerrilla era su posible coordinación con una virtual invasión de España por parte de los vencedores en la IIª Guerra Mundial. Sin embargo, esa esperanza se frustró ya en 1946 a partir de la denominada «Declaración Tripartita», documento firmado por Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, que condenaba la dictadura franquista y apoyaba una salida democrática, pero negando la vuelta al régimen de la República. De la misma manera, se optaba por descartar totalmente el uso de la violencia. Con ello se condenaba a la extinción a la guerrilla, pues era evidente que, por sí sola, nunca podría acabar con la dictadura.
Por otro lado, en el marco de la política española, el predominio del PCE y su hegemonía en las Agrupaciones guerrilleras era visto con suspicacia por el resto de las fuerzas políticas. Sus llamamientos a la unidad nunca prosperaron pues siempre se supuso que el partido seguía simplemente los intereses de la URSS. Esa renuncia a implicarse en la lucha guerrillera de las restantes fuerzas facilitó que el PCE asumiera tanto la dirección de las Agrupaciones como su defensa política. Posición que se mantuvo hasta 1948, fecha en la que, ya en el marco de la Guerra Fría y del aislamiento del partido por las fuerzas políticas democráticas españolas, renunció a la lucha armada contra el franquismo y optó por la infiltración en las organizaciones civiles del régimen. Se puede afirmar, por tanto, que a partir de 1948 la guerrilla republicana careció de expectativas.
La historiografía ha destacado al menos dos fases en la resistencia armada antifranquista: una primera, denominada de huidos, caracterizada por la formación de pequeñas partidas desorganizadas, y cuyas motivaciones estaban más vinculadas a huir de la represión y lograr la supervivencia que a los planteamientos políticos; y una segunda fase a partir de 1944-45, en la que el PCE intentó organizar a los pequeños grupos dispersos para conferirles unas referencias políticas y unas estructuras de carácter militar.
Mención aparte hay que hacer de su hecho más notorio –ya tratado en otra entrada de este mismo blog: La invasión del valle de Arán– la invasión, fracasada, del valle de Arán (octubre 1944). Las tropas republicanas que actuaron en este hecho provenían de Francia, muchas de ellas curtidas en la lucha de la Resistencia francesa (el maquis) contra los nazis. Esta acción, impulsada principalmente por el PCE, abrió la puerta a la toma del control de las Agrupaciones por parte de este partido, control que mantendría al menos hasta 1948.
El rol de las mujeres en la guerrilla es aún un aspecto que requiere más investigaciones, aunque está fuera de toda duda su participación en la misma. No solían implicarse en los combates pues el PCE consideraba que estas debían desempeñar principalmente tareas de enlace y colaboración. Tareas que eran básicas para el sostenimiento de las agrupaciones e igualmente peligrosas. Un ejemplo fue el encausamiento de 818 mujeres acusadas de colaborar con la guerrilla del noroeste.
Un ejemplo de Agrupación: la AGLA.
De las diversas agrupaciones que surgieron vamos a analizar, como ejemplo, la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA), la más poderosa entre 1946 y 1952 aunque con altibajos en su actividad. Fernanda Romeu ha analizado con profundidad la evolución y las vicisitudes de este grupo guerrillero.
Sus orígenes se pueden encontrar en los núcleos de resistencia que surgieron en la zona montañosa del noroeste de la Comunidad Valenciana, Teruel y Cuenca. Un territorio propicio para el desarrollo de las actividades guerrilleras y que, además, estaba relativamente cerca de la frontera francesa. La AGLA se diferenció en su creación de otras Agrupaciones en que surgió sin la existencia de una base previa de huidos, sino que se creó a partir de la llegada desde Francia (1946) de efectivos comunistas enviados con el propósito de activarla. Por esta razón la Agrupación fue la más cercana al PCE y también la que más controlada estuvo por el aparato del partido.
Fue una organización dirigida férreamente y se mostró capaz de ejecutar acciones simultáneas y de replegarse con rapidez. No obstante, a pesar de la notoriedad de algunos de sus ataques –por ejemplo, el asalto a un tren pagador en julio de 1946–, siempre pesó sobre ella la poca trascendencia mediática de sus ataques, desarrollados en un medio rural poco poblado y cuya difusión era cortada por la censura imperante en todos los medios de comunicación.
Las acciones guerrilleras de la AGLA, que fueron también las típicas de todas las Agrupaciones, se dirigieron principalmente a cubrir cuatro objetivos:
- La propaganda. Era frecuente en sus acciones la exhibición de pancartas, banderas, pasquines que daban visibilidad a su lucha.
- Los golpes económicos. Atracos, asalto a bancos, comercios, masías, incluso el citado asalto al tren pagador. Su objetivo era recaudar recursos.
- Las acciones de castigo –secuestros, fusilamientos, palizas…– Realizadas para infundir miedo o por represalía.
- Las acciones de sabotaje. Cortes de vías férreas, de carreteras, descarrilamientos de trenes, voladura de puentes, de instalaciones eléctricas, etc.
A partir de 1948 y debido al cambio en la política que llevó a cabo el PCE, la Agrupación fue disminuyendo sus acciones y perdiendo efectivos. Algunos guerrilleros cayeron en la mera delincuencia, otros se retiraron por su cuenta o fueron evacuados a Francia. Muchos se sintieron abandonados por la dirección comunista.
Conclusiones.
Las Agrupaciones guerrilleras provocaron el desgaste político y militar del régimen franquista, aunque eran incapaces de derrotar al régimen franquista mediante la lucha armada. Su mera presencia rompía también el triunfalismo de la propaganda oficial. Aparte de desmentir la idea de una paz idílica tras la guerra civil, los gobiernos franquistas tuvieron que dedicar bastantes fuerzas, principalmente de la Guardia Civil, pero también del Ejército e incluso de la Policía Nacional para su contención y represión.
No hay que olvidar que la guerrilla, aparte de su componente militar, fue un proyecto político sobre el que se cernió la misma división que ya era evidente al finalizar la guerra civil entre las fuerzas políticas republicanas. Por un lado, los sectores partidarios de la resistencia a ultranza –socialistas seguidores de Negrín, comunistas y algunos republicanos–, por otro los sectores favorables a un final pactado –socialistas, anarquistas, nacionalistas vascos y catalanes y el propio presidente Azaña–. Desde esta perspectiva se comprende que fuese el PCE la fuerza que más apoyó a las Agrupaciones guerrilleras.
Se ha criticado la existencia de la guerrilla considerándola un error táctico basado en un análisis político distorsionado. Se trata, claro, de un análisis a posteriori. Pero se olvida que su aparición fue una iniciativa coherente con la coyuntura histórica y con el movimiento de resistencia antifascista que se extendió por Europa en esos años –Francia, Ucrania, Italia, Balcanes, …
La guerrilla antifranquista fue consecuencia directa de un hecho político: la implantación de una dictadura militar con rasgos fascistas en España. No se trató de una revuelta protagonizada por campesinos, con rasgos primitivos y utópicos. Tampoco su creación respondió a un particular deseo de Stalin. La guerrilla nunca planteó la creación de una república exclusivamente comunista, sino que su proyecto político fue el de la restauración de la República democrática anulada en 1939 –proyecto que inspiraba la política de Unión Nacional del PCE entre 1943 y 1947.
Bibliografía.
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Arostegui, J. (2008). El último frente. La resistencia armada antifranquista en España, 1939-1952. Madrid: Libros de la Catarata.
Izquierdo, J. M. (2002). Maquis: Guerrilla antifranquista. Un tema en la literatura de la memoria española. Romansk Forum, 16.
Romeu Alfaro, F. (2002). Más allá de la utopía: Agrupación Guerrillera de Levante. Cuenca: Universidad de Castilla La Mancha.
Rodríguez, A. (et.al.) (2020) Dossier Maquis. Guerrilleros contra Franco. La Aventura de la Historia, 260.
Serrano, S. (2002). Maquis. Historia de la guerrilla antifranquista. Barcelona: Booket.
Vidal Castaño, J. A. (2016). La España del maquis (1936-1965). Madrid: Punto de Vista.
Maquis: los últimos guerrilleros | SER Historia | Cadena SER
El maquis, entre el acoso franquista y los conflictos internos (eldiario.es)
https://www.rtve.es/alacarta/videos/la-memoria-recobrada/memoria-recobrada-del-monte/3880657/
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