Introducción
Entre 1928 y 1932 el NSDAP (Partido Nazi) adoptó una táctica de acceso al poder del Estado sostenida en dos elementos antagónicos éticamente pero que finalmente lograron el objetivo que los guiaba. Estos dos elementos fueron, por un lado, la participación en el juego electoral democrático presentándose a las diversas elecciones convocadas y, por otro lado, el mantenimiento de la presión y la violencia en las calles, especialmente mediante la utilización de la fuerza paramilitar del partido: la Sturmabtleilung o SA.
La República de Weimar había logrado pervivir durante toda la década de los años veinte tras superar sus primeras y graves crisis (ver entrada El surgimiento de la República de Weimar). No obstante, persistieron diversos problemas estructurales que, de formas diversas, contribuyeron a mantener el debilitamiento del sistema político. Por ello, la supervivencia de la república tuvo un mérito especial dado además el contexto internacional, caracterizado por el avance del autoritarismo en Europa y por el impacto de las crisis económicas de 1920-21 primero y, ya al final del período de Weimar, la Gran Depresión de 1929.
Política y elecciones.
Durante la década de los años veinte el modelo de gestión política más común en Alemania fue el de los gobiernos de coalición. Los tres grandes partidos moderados –el Zentrum , el Partido Democrático (DDP) y el Partido Socialdemócrata (SPD)– formaron coaliciones entre ellos, especialmente hasta 1925, o con otros partidos más pequeños –BVP (Partido Popular de Baviera), KVP (Partido Conservador del Pueblo) y LV (Partido Campesino Alemán)– ya en la segunda mitad de la década. Se puede afirmar que hasta 1928 la política tuvo un cariz más progresista mientras que en sus años finales fue más conservadora.
Los gobiernos de la Gran Coalición ⎼SPD, Zentrum y DDP⎼ desparecieron en 1930, cuando la última coalición estaba presidida por el socialdemócrata Hermann Müller que dimitió en ese año. Desde entonces ningún partido contaría con una mayoría suficiente para formar ejecutivos estables, iniciándose un período de bloqueo parlamentario que perduraría hasta 1932. Ello significó el inicio del desmoronamiento de las estructuras civiles del Estado pero no del Ejército que, mediante las maniobras políticas de su jefe, el general Schleicher, pasó a desempeñar un relevante papel en el escenario político a través de su influencia sobre el presidente Hindenburg. Para subsanar el vacío de gobierno producido tras la dimisión de Müller, el presidente se apoyó en una prerrogativa constitucional que le permitía nombrar canciller aún sin que este tuviera mayoría parlamentaria, y así nombró canciller a Heinrich Brünning, un político del Zentrum que solamente permanecería en el poder dos años (marzo de 1930- mayo 1932). Su sucesor, Von Papen, también del Zentrum, (canciller entre junio de 1932 y diciembre de 1932) se enfrentaría a los mismos problemas, optando ambos por gobernar mediante decretos ante la paralización parlamentaria. la brevedad de sus mandatos indica su fracaso.
La obsesión del presidente y de los líderes militares y políticos derechistas por contener lo que se consideraba la amenaza comunista y su negativa a incorporar al SPD al gobierno les llevo a infravalorar el peligro que realmente representaba el nazismo para el sistema democrático. También los socialdemócratas cometieron el mismo error al mostrase reticentes a cualquier colaboración.
Paralelamente el NSDAP fue ascendiendo electoralmente en las sucesivas elecciones y ganó respetabilidad política al respaldar algunos de los frecuentes gobiernos en minoría. En 1931 Hitler declinó la oferta para entrar en un gobierno de coalición; su pretensión era dirigir el gobierno y para ello pretendía forzar otras elecciones.
En las elecciones de julio de 1932 los nazis pasaron del 18 % de los votos que habían obtenido en 1930 al 37 %. Fue el partido más votado, pero no logró la mayoría absoluta. El NSDAP realizaron una campaña electoral basada en promesas vagas pero con una retórica potente que sabía utilizar los nuevos medios de difusión, en especial la radio. Su mensaje se fundamentaba en difundir la idea de una Alemania fuerte y unida mediante la creación de un nuevo Reich, organizado a partir de la base ideológica contenida en Mein Kampf. El ideario del nazismo era evidente: creación de un poder dictatorial, rearme, guerra, creación del «espacio vital» y aniquilación de los judíos.
Hitler seguía negándose a cualquier alianza con los partidos conservadores. Ante el bloqueo parlamentario Von Papen –líder del Zentrum–, aún canciller gracias a Hindenburg y a Schleicher, disolvió el parlamento y convocó nuevas elecciones para noviembre de ese mismo año. Aunque el NSDAP bajó en porcentaje de voto, siguió siendo el partido más votado. El Reichtag resultaba inmanejable con la presencia de 196 diputados nazis y 100 comunistas, enemigos irreconciliables pero decididos ambos a acabar con un sistema democrático que despreciaban. Las elecciones no habían servido para nada.
El fracaso de Von Papen impulsó a Hindenburg a destituirlo como canciller siendo sustituido por el general Schleicher sin tener en cuenta al Reichstag. Este intentó atraer a los nazis para que apoyasen su gobierno pero no lo consiguió. Además la oposición del gran empresariado a algunas de sus medidas para reactivar la economía –reforma agraria, prohibición de recortar los salarios,…–, consideradas como demasiado izquierdistas, le privó del apoyo de la derecha política. Finalmente Hindenburg destituyó al general el 30 de enero de 1933 y nombró a Hitler canciller del Reich.
En las elecciones de marzo de 1933, con Hitler ya en el poder, el NSDAP volvió a ganar con el 43,9 % de los votos pero el resultado tampoco sirvió a los nazis para lograr la mayoría absoluta. Las elecciones no se celebraron en un marco de libertad total; la atmósfera social y política alcanzó elevadas cotas de violencia y los nazis recurrieron tanto a la financiación estatal para realizar su campaña como a la intimidación callejera y el acoso principalmente a los candidatos de la izquierda. En este contexto tuvo lugar el incendio de la sede del Reichtag, hecho que fue utilizado para legitimar la represión de los opositores. Fueron estas las últimas elecciones que se celebrarían en la República de Weimar.
La crisis social.
Los efectos del crack de 1929 sobre economía alemana fueron devastadores. El paro aumentó con fuerza, especialmente en las zonas industriales. Aunque los trabajadores fabriles fueron los más afectados, también las clases medias –empleados, funcionarios, oficinistas…– se vieron muy afectadas. Los datos son explícitos: en 1931 había ya más de 5 millones de parados, un año después se alcanzaba la cifra de 6 millones –otros historiadores elevan la cifra a 7 millones–. Y los que conservaros sus trabajos vieron cómo sus salarios se reducían.
El sistema de seguridad social implantado en Alemania en 1927 no preveía tener que proteger a tantos desempleados por lo que muchos parados se quedaron sin protección alguna. La renta nacional descendió un 39 %. En este contexto, los dos partidos que representaban los extremos políticos fueron los favorecidos y los que captaron el voto del descontento social: el KPD y, más aún, el NSDAP. Como se puede observar en el gráfico la evolución de las tasas de paro y del voto al nazismo fueron paralelos entre 1928 y 1933.
Además, las grandes empresas comenzaron a pensar en una solución autoritaria que acabase con la parálisis política y que aplicase una serie de medidas que juzgaban indispensables par salir de la crisis –y mantener su dominio económico y social: desmantelar del incipiente Estado de bienestar, suprimir a los sindicatos e ilegalizar al SPD y al KPD. Hitler representaba una opción para aplicar esta política, pero no la única. Sin embargo, la mayoría de las grandes empresas acabaron aceptando la toma del poder de los nazis en 1933 y los apoyaron económicamente en las elecciones de ese año.
El origen sociológico del voto nazi en 1928 estuvo muy concentrado, procedía de la pequeña empresa, el campesinado propietario y empleados de los servicios públicos, en suma lo que se podría denominar la pequeña burguesía protestante. Pero a partir de 1930, cuando sus votos aumentan, su margen sociológico se amplia y atrae votantes de casi todos los sectores sociales, especialmente a las mujeres, los trabajadores no manuales, los obreros de las pequeñas empresas y miembros de las clases media y alta de las pequeñas ciudades. Especial relevancia hay que hacer a los jóvenes de estos grupos citados, que fueron captados por la eficaz propaganda nazi.
La violencia.
La vertiente violenta del nazismo surgió pronto. Su primer hito fue el denominado «Putsch de la Cervecería» que se produjo en Munich en 1923. Se trató de una intentona de golpe de estado regional que llevaron a cabo Hitler y un grupo de seguidores armados –las Sturmabtleilung (SA). La manifestación que convocaron fue reprimida a tiros por la policía y Hitler encarcelado. Así tuvo el nazismo sus primeros mártires.
La organización antes mencionada, la Sturmabtleilung , también conocida como SA o Sección de Asalto, se convirtió en la milicia del partido desde su misma creación (1921) y tuvo un papel protagonista en la faceta violenta del NSDAP. Su mismo himno constituía un ensalzamiento de la violencia y de su instrumentalización política. Ellos fueron los que sembraron las calles de enfrentamientos sangrientos en frecuentes choques con sus enemigos políticos, especialmente contra su contrapoder callejero que estuvo representado por las milicias del KPD. En los años comprendidos entre 1924 y 1929, relativamente estables políticamente, alrededor de 30 militantes de las SA habían muerto a manos de los comunistas, mientras que estos informaban de 92 fallecidos en choques contra los nazis. Así pues, la violencia política, aunque con sordina, se había mantenido en Alemania desde casi los inicios de la década de los 20. La lista de bajas de nazis y comunistas se incrementó a partir de 1930 –en 1931 se registraron oficialmente 300 muertos como consecuencia de los enfrentamientos políticos callejeros. Esta violencia «ordinaria» se agravaba durante las campañas electorales con los mismos protagonistas. La propaganda electoral nazi tendía a exaltar ese uso de la violencia.
Las SA contaron, sobre todo a partir de 1930, con la simpatía y cierto apoyo de la policía y la judicatura. De hecho las actuaciones de estas instituciones solían dirigirse contra los grupos de izquierda, con especial ahínco contra las milicias comunistas.
Los objetivos de las SA, aparte de las batallas campales contra los comunistas, consistían en mantener vivo un clima amenazante, mediante el uso de la violencia, contra sus enemigos políticos. Para ello reventaban mítines del SPD y del KPD, acosaban a candidatos o personalidades relevantes de estos partidos –lo que hoy llamaríamos escraches–, agredían a periodistas, a judíos, etc. El ascenso electoral nazi no redujo la violencia callejera –a pesar de que las SA fueron ilegalizas en 1932. Su estructura militar era visible en las manifestaciones que organizaban, destinadas a mostrar su poderío e intimidar a los opositores.
Otra forma más sutil de violencia fue el que practicaron los diputados nazis en el Reichstag, dispuestos a mantener un tono bronco y despreciativo de las normas parlamentarias en los debates. Para ello contaron, también hay que decirlo, con la colaboración de los diputados del KPD, que coincidían con ellos en preferir esa práctica parlamentaria. Estas actitudes contribuyeron a la paralización del parlamento y también a su deslegitimación social.
Con un parlamento cada vez más inoperante y con la violencia callejera desatada, la lucha política perdió su racionalidad y se basó principalmente en el empleo de símbolos y consignas que empleaban muy bien las posibilidades de una propaganda política simplista y violenta, muchas veces vacía de contenido real pero con apelaciones al sacrificio, al nacionalismo y a la libertad.
En conclusión, la utilización de la violencia en el período de ascenso político del NSDAP fue una constante coherente con sus postulados ideológicos. Este instrumento y su ascenso electoral fueron las bases que abrieron a Hitler las puertas del poder.
Bibliografía
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