Durante el siglo XX España fue un país más centrado en sus problemas internos que en las cuestiones internacionales. Su no participación en ninguna de las dos guerras mundiales libró al país de sufrimientos y destrucciones, pero por contra tuvo su propia guerra civil. El conflicto ocurrió en el contexto europeo, eso sí, del ascenso de los fascismos, lo que venía a indicar la imbricación de la historia española con la europea. De igual forma, muchos historiadores han visto la Guerra Civil española como un preludio de la II Guerra Mundial.
El franquismo implantó, tanto porque era consustancial con su ideología como porque fue obligado, un aislacionismo internacional, convirtiéndose primero en un paria y después en un apéndice de Estados Unidos ya en el marco de la Guerra Fría. Durante mucho tiempo basó su política internacional en mantener unas relaciones más nominales que efectivas con Latinoamérica y sostener la retórica de la amistad con algunos países del mundo árabe; estos dos elementos le permitieron sostener una leve presencia internacional.
La recuperación de la democracia hizo posible el acercamiento a Europa, manteniendo los lazos militares y estratégicos con los Estados Unidos. La entrada en lo que hoy es la UE y en la OTAN alineó definitivamente a España con Europa.
Este papel secundario en las relaciones internacionales y la ausencia de enfrentamientos amenazantes con otros países, puesto que las últimas guerras en las que participó España pueden considerarse internas –la Guerra Civil y la guerra de Marruecos–, fueron creando un ambiente de desinterés de la población española por las cuestiones internacionales y por la geopolítica internacional. No obstante, ese desinterés y la subsiguiente falta de información no implican que esas cuestiones hayan dejado de tener su importancia.
Posteriormente, ya en plena democracia, fue imponiéndose el tema de la paz como un valor social ampliamente asumido. Pero siguió vigente la despreocupación más o menos generalizada por este tipo de cuestiones. Parece evidente que la ausencia de conflictos susceptibles de transformase en guerras abiertas –aunque hemos sido atacados directamente por el terrorismo internacional– ha mantenido viva la escasa conciencia social que existe sobre nuestros intereses geoestratégicos.
Todo Estado, incluido el español, tiene una geopolítica que viene condicionada por cuatro factores:
- La geografía. No se trata de un factor electivo; la situación geográfica de cada país es la que es y a veces ayuda y otras veces no lo hace. Ya lo expresó y analizó Yves Lacoste hace décadas. La situación geográfica de España añade complejidad a sus relaciones geopolíticas.
- Los intereses de su economía. Y con ello nos referimos no solamente a las necesidades de suministros –materias primas o energía– sino también a la presencia de sus empresas y mercados.
- Las alianzas políticas y militares firmadas por el Estado.
- El control, ya sea mediante simple vigilancia o a través acciones militares, de áreas potencialmente peligrosas o desestabilizadas, cuya inestabilidad puede afectarlo de una manera u otra.
Bibliografía.
Géré, F. (2005). La nueva geopolítica. Barcelona: Larousse.
Halimi, S. E. (2011). Atlas geopolítico. Valencia: Fundación Mondiplo.
Lacoste, Y. (1990). La geografía: un arma para la guerra. Barcelona: Anagrama.
Algunas webs en español permiten ampliar el tema.
- Política Exterior. Análisis internacional en español: https://www.politicaexterior.com/
- El Orden Mundial: https://elordenmundial.com/
- Instituto Español de Estudios EStratégicos: http://www.ieee.es/
- Real Instituto Elcano: http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano_es
- CIDOB Centre for Internacional Affairs: https://www.cidob.org/
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